Unas 20 mil personas visitan cada año el Centro de Estudios Solares (CES), ubicado en la emblemática Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, del municipio de Bartolomé Masó, en la provincia cubana de Granma.
La casona, con un diseño bioclimático, acoge alumnos de los centros docentes cercanos, quienes realizan ejercicios prácticos de asignaturas como Geografía, Física, Biología y Ciencias Naturales.
El techo, con materiales malos conductores del calor, los anchos portales, puertas y ventanas y los puntales altos favorecen una temperatura agradable en el interior, con la ayuda de una claraboya que expulsa el aire caliente.
Allí los niños y adolescentes participan en 15 círculos de interés, y se presentan tesis de licenciaturas y maestrías, relacionadas con la educación ambiental.
Yisel Fonseca Rodríguez, estudiante del cercano Instituto Politécnico Agropecuario (IPA) capitán Arsenio Carbonell, agradece la labor del centro, y afirma que aprenden más de las fuentes de energía renovable, su importancia y cómo aprovecharlas al máximo.
Juan Antonio González Matos, especialista principal del CES, patrocinador del concurso infantil Gransol, explica que el objetivo principal es consolidar esos conocimientos y contribuir a la formación de una cultura energética sostenible.
Añade que, mediante fuentes renovables, obtienen toda la energía eléctrica empleada allí y donan un 30 por ciento al Sistema Electroenergético Nacional, gracias al panel de celdas fotovoltaicas más grande del país conectado a la red, con 2,4 kilowatt de potencia.
En la peculiar instalación, una de las pocas en Cuba, tratan las bacterias de los desperdicios de dos bueyes, con un biodigestor, y obtienen los fertilizantes para el huerto y el gas para el fogón. Además, tienen un potrero, un pequeño bosque y otras áreas exteriores.
Con el calor del sol suben la temperatura del agua, que ha llegado hasta los 82 grados centígrado, en una especie de botellón de acero inoxidable, pintado de color negro, y la utilizan para cocinar y otras labores.
También poseen una turbina sumergible que, con la fuerza solar, bombea un litro del líquido por segundo y abastece una cisterna, un tanque elevado y una villa recreativa próxima, que tiene una piscina.
El funcionamiento de computadoras, televisores y otros equipos es óptimo, con buena iluminación del amplio local, incluida una biblioteca. Además, hay carritos pequeños, columpios y otros objetos, que funcionan con los rayos llegados desde lo alto.
En algunas de las paredes, permanecen dibujos, con predominio de paisajes, realizados por niños y adolescentes.
EL CAMINO PARA APROVECHAR MÁS EL SOL
El singular centro, inaugurado el tres de septiembre del 2003, surgió como parte de un proyecto, denominado Solarización integral de Bartolomé Masó.
Con el apoyo de las direcciones del gobierno y el Partido en el municipio y la provincia, sus principales promotores son Enrico y Gabriela Turrini, dos italianos enamorados del Astro Rey y sus bondades.
Ellos, admiradores de la Revolución cubana, ofrecen apoyo financiero y traen bibliografías actualizadas sobre las fuentes renovables, realizan charlas en las escuelas cercanas y permanecen largos períodos en el CES.
Manifiestan que ese es “un sitio encantador donde sentimos la grandeza de Cuba, una especie de sol para el mundo”.
Leticia Pérez Machado, subdirectora docente del IPA Capitán Arsenio Carbonell, destaca la importancia de la relación entre ambas instituciones, pues los alumnos complementan lo aprendido en clases.
Añade que el mayor conocimiento de las también llamadas fuentes limpias de energía es positivo para cuidar los animales y obtener mejores resultados en las producciones agrícolas.
El Centro de Estudios Solares, con una extensión de 2,2 hectáreas, permanece como ejemplo de sostenibilidad y de cuánto se puede lograr con el empleo inteligente de las fuentes de energía renovable, un lugar para aprender y admirar.