Carmen Soto, una guerrera de la ternura

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Lianet Leandro López
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29 Abril 2016

Carmen Soto González, a primera vista, si se juzga por su físico, no parece una mujer sensible, pues su constitución corpulenta y sus manos fuertes la hacen ver como una fémina que enfrentaría los golpes de la vida con el carácter de acero de una dama guerrera.

A primera vista, si se juzga por su físico, Carmen Soto González no parece una mujer sensible, pues su constitución corpulenta y sus manos fuertes la hacen ver como una fémina que enfrentaría los golpes de la vida con el carácter de acero de una dama guerrera.

Aunque de cierta forma, sí es una guerrera, una guerrera de la ternura que ha convertido en fantasías y alegría cada uno de los desconsuelos que la vida ha deparado para ella y para todos los seres humanos que han tenido la inmensa suerte de cruzarse en su camino.

Con sus manos curtidas también en el trabajo duro, ha cosido un ejército de muñecos de trapo que le han cambiado el color a la tristeza de las desventuras, o han multiplicado la felicidad de cientos de eventos y plazas donde se ha presentado Carsueño, el proyecto comunitario de muñequería que lidera desde 2003.

Muchas personas conocen en Camagüey a Carmen, pero muchísimas más, además en otras provincias, hablan de Carsueño, pues como sucede con las grandes obras, este empeño también ha trascendido a su creadora, y tiene representaciones en Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Las Tunas, Santiago de Cuba y Holguín.

Lo que tal vez muchos no sepan es que a los nueve años su abuelita le puso en las manos su primera máquina de coser Singer, como un juguete más para que nunca pensara en su niñez como algo triste por no conocer a su padre o tener a su madre lejos.

“A partir de allí comencé a coser y no he podido parar”, dice dulcemente y con la emoción que se desborda de sus ojos, pues el hilo y la aguja están inevitablemente ligados a períodos muy complejos de su existencia.

En 1993 empezó su primer proyecto comunitario, “Chao bloqueo”, que en medio del denominado Período Especial por la caída del campo socialista, constituyó una forma de llevar hasta su comunidad, entonces en el municipio agrario de Sierra de Cubitas, un poco de ayuda ante la compleja situación económica.

“Recuerdo un muñequito que nombramos Pelusín y se subastó en Argentina por 200 dólares, a través de un grupo de solidaridad que llevaba a ese país las manualidades de los miembros de “Chao bloqueo” y se vendían allí o se intercambiaban por comida, ropa, aseo, útiles para el hogar...”, cuenta.

“Era una ayuda que si bien no resolvía todos los problemas, al menos brindaba pequeñas alegrías a las familias que la recibían”, expresa Carmen, quien no podía creer, en 2014, que le entregaran el Premio Nacional de Cultura Comunitaria a ella y no a Carsueño, al cual considera más importante que a sí misma.

Su génesis estuvo en un reparto periférico de esta ciudad agramontina, con condiciones sociales bien difíciles.

“Poco a poco fui creando piezas yo sola, como muñecos, por supuesto, pero también tapetes, paños de cocina y otras utilerías, y un día monté por mi cuenta una exposición gigante en los bajos de mi edificio”, relata.

“La sorpresa de la gente fue grande y muy positiva, y muchos se acercaron para comenzar a colaborar con ideas conjuntas, hasta que un cuatro de abril se conformó oficialmente el proyecto, en homenaje a los niños y jóvenes en el aniversario de sus organizaciones en Cuba.”

Desde entonces, de la mente fecunda de Carmen y de las manos que ha sumado a sus empeños, han surgido maravillas como una muñeca Leonor, de 22 metros que pudo competir en los Récords Guinness por su altura, o como una versión de La Edad de Oro de gran formato para mostrar sus personajes en las ferias del libro.

Pero para ella, maestra de profesión, también ha sido vital el espíritu de sanación que ha regalado en hospitales, escuelas, prisiones,  porque como guerrera de la ternura que es, su lugar está donde se necesite amor, unión, sacrificio y solidaridad.