Batalla de Cacarajícara, victoria estratégica mambisa

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Jorge Wejebe Cobo| Foto Archivo
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28 Abril 2016

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El  general español Julián Suárez Inclán, además de ser un valiente soldado,  era historiador  y  en abril de 1896 recibió la misión de tomar una elevación fortificada por una guarnición mambisa mal armada  en la zona de Cacarajícara,  donde se encontraban talleres y un hospital de campaña   cerca del pueblo de Bahía Honda, en Pinar del Río, pero su valor y preparación no lo salvó de la derrota en la acción,  de la cual poco escribiría en años posteriores.

Para entonces, el Capitán General  de la Isla, Valeriano Weyler,  tenía como preocupaciones principales acabar con el Lugarteniente General Antonio Maceo, quien se paseaba imbatible por los campos del occidental territorio,  e implantar el genocidio de los  campesinos cubanos con la reconcentración, por lo cual ordenó a  Suárez Inclán   acabar con la inusual guerra de posiciones a que retaron las tropas mambisas en  la elevación de Cacarajícara,

Maceo había acordado con Máximo Gómez  en marzo del propio año, después de llevar la guerra hasta Mantua en el extremo de la provincia pinareña, que se mantendría en el occidente, mientras el Generalísimo llevaría la operaciones hacia el oriente. En ese contexto,   el jefe peninsular y su columna- de alrededor de mil hombres de caballería, infantería y artillería- se dirigían contra la posición criolla.

Una oportuna expedición de apoyo a los insurrectos arribó en  la goleta Competidor a las costas de la playa La Mulata el 27 de abril, con 45 hombres, 100 rifles y 24 mil tiros. Al conocer el desembarco   Antonio Maceo  encaminó  tropas hacia la zona a tiempo de salvarlos del hostigamiento de un barco de guerra hispano, aunque perdió la mayor parte de las municiones.

El éxito no hizo que el jefe mambí se confiara. Sospechó que los colonialistas podían dirigirse al enclave de Cacarajícara, por lo cual exploró, comprobó que sus  cálculos eran  correctos,  y ordenó reforzar la posición con  las fuerzas del  coronel Pedro Vargas Sotomayor y tomó el área por atajos y a marcha forzada  para llegar antes que los peninsulares,  a quienes  recibió el 30 de abril  con una emboscada de tiradores en fuego cruzado desde las posiciones que dominaban el acceso a la elevación.

Las fuerzas de la metrópoli fueron sorprendidas ya que esperaban tomar la posición cubana con relativa facilidad y arrasar, pero esta vez fue diferente.

No obstante, cuando las municiones comenzaron a escasear y el Titán de Bronce se aprestaba a lanzarse en una carga al machete, llegó un refuerzo dirigido por el General de División Juan Eligio Ducasse Revee con 150 hombres y los 10 mil tiros salvados de las expedición, lo cual aseguró la victoria cubana.

Según el General de División José Miro Argentier  en sus crónicas,  los soldados enemigos caían como el trigo segado y  el general Suárez Inclán pudo escapar a duras penas  rumbo a  Bahía Honda, tras sufrir  más de 200 muertos y heridos, contra cinco fallecidos y 13 mambises lesionados.

Hay una  anécdota que muestra la jocosidad mostrada por Maceo en esos momentos de tanta tensión, pero de triunfo cuando exclamó: ¡Qué cáscara de jícara! y su alegría fue acompañada por vítores entusiastas de su tropa.

Weyler negó la derrota, pero cuando los heridos fueron evacuados  por tren a un hospital improvisado en un cuartel en la calle de Zanja, en la capital, no se pudo ocultar más la verdad y la propia prensa internacional radicada en La Habana reflejó la noticia que desacreditaba al mando colonialista e hizo saber al mundo la capacidad de lucha de Antonio Maceo  y el ejército mambí.

En Cacarajícara se evidenció la derrota estratégica del mando hispano en desalojar a Maceo del Occidente,   pero también excitó la venganza de Weyler, quien en la reconcentración  llevó a la muerte a más de 200 mil cubanos, casi la cuarta parte de la población,  la mayoría, ancianos, enfermos,  mujeres y niños, barbarie que no  quebró la voluntad del pueblo cubano de ser libre.