“¡Mátenlos a todos!, ¡mátenlos a todos!…” De los temblorosos labios de Martha Fernández salía la orden, interrumpida intermitentemente por el tableteo de ametralladoras y fusiles.
Para complacer a la Primera Dama de la República un capitán tiraba con una mano del cabello de cada uno de los combatientes heridos en el piso, y con la otra descargaba su arma sobre los cuerpos hasta dejarlos inertes bajo un charco de sangre. No hubo prisioneros, sólo muertos y heridos rematados a mansalva.
Esos hechos de sangre y fuego, ocurridos en la tarde del miércoles 13 de marzo de 1957, pasaron a la historia de la Patria como el Ataque al Palacio Presidencial.
ANTECEDENTES Y PREPARATIVOS
Menelao Mora Morales, viejo luchador al frente del movimiento insurreccional del Partido Auténtico, organizó a mediados de 1955 un plan para atacar el Palacio Presidencial y estaciones de policía.
La Federación Estudiantil Universitaria, dispuesta siempre a participar en cualquier acción contra la tiranía, abrazó la idea que se llevaría a cabo el cuatro de agosto de ese año, pero no pudo ser porque la policía, enterada del proyecto, detuvo a varios líderes y ocupó algunos depósitos de armas.
El objetivo de ajusticiar a Batista se mantuvo latente y en las postrimerías de 1956 cobró fuerzas en el grupo de Menelao y en el Directorio Revolucionario (brazo armado de la FEU), encabezado por el estudiante de Arquitectura, José Antonio Echeverría.
Varios contactos previos a la acción se realizaron. A algunos de ellos asistieron opositores sin militancia determinada como los emigrados españoles Daniel Martín Lavandero y Carlos Gutiérrez Menoyo, este último con experiencia militar de la guerra civil en su país y como miembro del ejército francés en la Segunda Guerra Mundial.
El plan se había concebido minuciosamente: un grupo comando forzaría la entrada al Palacio e inmediatamente sería apoyado por combatientes que desde edificios aledaños abrirían fuego contra los guardias situados en la azotea.
Mientras se efectuaba el asalto, el Presidente de la FEU, junto a otros miembros de la organización, tomarían los estudios de Radio Reloj para dar la noticia del ajusticiamiento de Fulgencio Batista Zaldívar, quien en 1952 dio un Golpe de Estado e instauró en el poder una férrea dictadura contra la nación.
LA HORA CERO
Pasadas las tres de la tarde del 13 de marzo, dos automóviles y un camión tipo furgoneta de entrega de paquetes a domicilios con el rótulo de la agencia Fast Delivery se detenían frente a la entrada posterior del Palacio Presidencial: la puerta sur.
El jefe del comando, Gutiérrez Menoyo, con su M3 puso fuera de combate al custodio. Se había logrado el factor sorpresa. El primer grupo de los 50 asaltantes penetró al edificio disparando sobre los centinelas. Una granada de los insurrectos silenció la ametralladora calibre 30 que causaba bajas e impedía el acceso de los combatientes.
Varios atacantes alcanzaron la segunda planta; divididos en dos grupos fueron en busca del objetivo principal: Batista. Algunos llegaron hasta el despacho presidencial pero allí no se encontraba el dictador, había huido por una escalera anexa a su oficina.
El cerrado fuego enemigo impedía subir al tercer piso. La situación se hacía difícil al quedar fuera de combate (muertos y heridos) alrededor de una veintena de revolucionarios. El momento se tornaba más complejo porque varias perseguidoras se acercaban al sitio.
A todo ello se agregaba el agotamiento del parque y algo muy importante: no ocurrió, por incapacidad e indecisión, el apoyo que debían recibir los asaltantes desde los alrededores de la instalación.
Sobre ese hecho, Faure Chomón Mediavilla, segundo jefe de la operación, expresó: “Fallaron los hombres en el cumplimiento del deber, en la fidelidad al compañero, en el culto a la amistad y en el amor a la causa”.
No quedaba más alternativa que abandonar aquel infierno. Únicamente 26 combatientes (algunos heridos) lograron retirarse como pudieron.
A la misma hora de los incidentes en Palacio, otros insurrectos encabezados por José Antonio llegaron a Radio Reloj. En el vestíbulo, el joven dirigente encañonó a un sargento de la banda de música del ejército y lo despojó del revólver que portaba.
Una vez en la cabina de transmisión entregó a los locutores varios despachos, donde se informaba del ataque al Palacio Presidencial y de un supuesto parte emitido por oficiales y clases que habrían tomado el mando del Ejército, luego de destituir a altos jefes y oficiales del tirano Batista.
Al usar de la palabra el dirigente lanzaba al aire una proclama:
“Pueblo de Cuba:
“En estos momentos acaba de ser ajusticiado revolucionariamente el dictador Fulgencio Batista. En su propia madriguera del Palacio Presidencial el pueblo de Cuba ha ido a ajustarle cuenta... Cubanos que nos escuchan, acaba de ser eliminado…”
La alocución fue interrumpida cuando un empleado encargado de las transmisiones sacó del aire la emisora. Al conocer el inconveniente, el joven decide abandonar la planta y en su retirada realiza unos disparos sobre el máster de la CMQ.
A las puertas de la Universidad el automóvil marca Ford en que viajaba el Secretario General del Directorio Revolucionario se proyecta contra un carro patrullero que venía en sentido contrario para evitar la llegada de refuerzos al Palacio. En el intercambio de disparos con la policía cae la figura política más importante del Movimiento Estudiantil de aquellos días.
El testamento político de José Antonio Echeverría da fe de la grandeza del hecho ocurrido hace 60 años: “…Si caemos que nuestra sangre señale el camino de la Libertad. Porque tenga o no nuestra acción el éxito que esperamos, la conmoción que originará nos hará adelantar en la senda del triunfo. Pero es la acción del pueblo la que será decisiva para alcanzarlo…”.