La Habana, 31 dic (ACN) En el último día de un año que se va como río que se pierde en el mar del tiempo, levantamos hoy nuestras palabras para honrar a quienes han sido ejemplo de sacrificio y perseverancia: los deportistas cubanos.
Cada uno de ellos, desde el que alzó el oro como una antorcha luminosa hasta el que cruzó la meta en el último lugar, ha escrito en el lienzo del 2024 una historia de valentía y entrega.
Felicitamos a los vencedores, pero también honramos a los vencidos, porque no hay mayor hazaña que entregarlo todo, aun cuando la gloria se escapa como agua entre los dedos.
A quienes cayeron en el combate, sepan que sus lágrimas no fueron en vano; cada gota de sudor y cada herida son cicatrices de grandeza y marcas que narran su lucha incansable.
Nos detenemos a reconocer el sacrificio silencioso que no siempre llena titulares, pero que es el verdadero corazón del deporte. Las madrugadas en el gimnasio, las dietas estrictas, las horas lejos de casa, el cuerpo agotado y la mente en batalla constante.
Cada uno de ellos es un gigante, un tejedor de sueños que inspira a generaciones y en esta isla que respira esperanza, su esfuerzo es un faro que ilumina.
Son la chispa en la mirada del niño que agarra por primera vez una pelota y la motivación de quien corre bajo el sol abrasador, soñando con emular sus pasos.
Pero también, y con igual fervor, llegue la felicitación a quienes fueron sus guías: los profesores y técnicos que, muchas veces en la sombra, tejieron los cimientos de su grandeza.
Cada atleta lleva consigo el eco de quienes les enseñaron a soñar. Sin los entrenadores que, con paciencia infinita y bajo condiciones que retan a la esperanza, forjan talentos, no habría victorias. A ellos, maestros del sacrificio, esta crónica también les pertenece.
Con recursos escasos y en escenarios adversos, hacen de la nada un todo, son los arquitectos invisibles de cada triunfo, los guardianes de cada derrota digna y los que moldean la perseverancia cuando las fuerzas flaquean.
Hoy reconocemos su entrega callada, sus madrugadas diseñando estrategias, sus noches de desvelo preocupados por las lesiones de sus pupilos y su esfuerzo constante por transmitir valores que trascienden lo deportivo.
Que sigan adelante, venciendo las dificultades con el mismo coraje con el que enfrentan cada desafío, porque en el corazón del deporte cubano laten la fuerza del atleta y el espíritu del maestro.
A todos ustedes, héroes visibles e invisibles, gracias por enseñarnos que la verdadera victoria está en la dedicación y en el amor por lo que hacemos.