El repentino adiós del caballero dentro y fuera del ring deja un vacío en quienes, dentro y fuera de Cuba, siguieron cada una de sus peleas, pues con Teófilo peleaban todos frente a la TV.
Su corazón, ese que siempre estuvo al lado de los suyos y jamás traicionó a su pueblo, no pudo esquivar el último golpe este 11 de junio y dejó de latir a los 60 años de edad.
La familia del pugilismo, su natal pueblo del central Delicias, la provincia de Las Tunas y toda Cuba lo recuerdan hoy como el héroe que es, ídolo de multitudes y admirado por su elegancia.
A pesar de su respetada pegada y su físico imponente, Teófilo jamás abusó de rivales inferiores, ni mucho menos fanfarroneó, actitudes que sí tuvieron algunos de sus rivales, a quienes respondía siempre encima del cuadrilátero con su fulminante derecha.
Aún están frescas en la memoria las tres coronas olímpicas de Munich 72, Montreal 76 y Moscú 80, ciudad esta última donde se convirtió en el segundo hombre en la historia en obtener tres lauros estivales, después del húngaro Laszlo Papp.
La historia recoge además las medallas de oro en las citas mundialistas de La Habana 74, Belgrado 78 y Reno 86, cita que supuso su retiro del deporte activo, con una hoja impecable como atleta y como ser humano.
Uno de sus triunfos más recordados llegó en septiembre de 1972 en Munich durante la final de la cita olímpica ante el estadounidense Duane Bobick, quien lo había derrotado un año antes en los Panamericanos de Cali 71.
Esa victoria marcó para siempre a Teófilo y lo encumbró hacia un camino lleno de gloria dentro del ring, donde caían uno a uno sus rivales en cada evento donde intervenía el espigado boxeador.
Pero más allá de sus éxitos como atleta, Teófilo Stevenson será siempre recordado por su amor a la Patria, a la cual siempre fue fiel ante las reiteradas ofertas millonarias de los mercaderes del deporte.
El líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, resumió así su grandeza:
“Teófilo Stevenson merece el reconocimiento del pueblo cubano por su éxito deportivo derivado de su disciplina, de su consagración al deporte, de su valor, de su moral (...)
"Creemos que él dejó un ejemplo todavía más valioso que eso y es el instante en que le hablaron de la posibilidad de ganarse un millón de dólares. Ese joven, hijo de humilde familia y un humilde obrero oriental, dijo que él no cambiaba su pueblo por todos los dólares del mundo".