La Habana, 30 dic (ACN) Cuando el calendario se acerca al último suspiro del año, el mundo encuentra una forma única de despedirse: la carrera de San Silvestre, tradición que mezcla historia, pasión y un último esfuerzo antes de los brindis y las campanadas.
La que se corre en Cuba el 31 de diciembre, dedicada al triunfo de la Revolución de 1959, destaca no solo por su espíritu deportivo, sino también por su carga histórica, donde el ritmo de los corredores se convierte en una metáfora de resistencia y esperanza.
Esta noche cientos de andarines irán a la cama temprano soñando con el pistoletazo de arrancada, que se producirá este martes a las 7:00, hora local, en la Ciudad Deportiva, célebre recinto al que tendrán que darle cinco vueltas para completar los 10 kilómetros estipulados.
La San Silvestre no es solo un evento deportivo, es un acto de despedida. Es cerrar el ciclo con cada paso, dejando atrás las penas y celebrando los logros.
Cada corredor llevará consigo una historia, un motivo para estar allí iluminado por la luz de la esperanza, sin importar que los pulmones ardan y las piernas flaqueen.
La carrera es una metáfora de la vida misma: correr con el alma, desafiar los límites y, al final, llegar con la certeza de que siempre habrá otra oportunidad, otro camino por recorrer
En la víspera de un nuevo año, mientras el mundo se llena de luces y abrazos, regresará a las calles el eco de cientos de zapatillas y cada corredor cerrará su bitácora de 2024.
El origen de la San Silvestre se remonta a 1925 en Sao Paulo, Brasil, gracias al periodista Cásper Líbero, quien se inspiró en carreras nocturnas que vio en París y decidió que la última noche del año debía tener su propia celebración, con corredores iluminando la oscuridad con antorchas.
Esta competencia, que lleva el nombre del santo celebrado el 31 de diciembre, pronto se convirtió en un fenómeno global y lo que comenzó como una festividad local, trascendió fronteras, transformándose en un ritual que abraza a todos los rincones del planeta.
En Europa, la San Silvestre Vallecana de Madrid se ha ganado el título de la más emblemática. Con más de 40 mil participantes, esta carrera divide su esencia entre lo popular y lo competitivo, permitiendo que corredores de élite y aficionados compartan la misma ruta, bajo la mirada festiva de la ciudad.
Por otro lado, ciudades como Lisboa, Nueva York, Ciudad de México y Tokio han adaptado la tradición, añadiendo sus propios matices culturales, aunque todos comparten algo en común: la idea de que el esfuerzo colectivo, la superación personal y la alegría de correr se convierten en un puente entre el año que termina y el que comienza.