Guantánamo, 15 may (ACN) Para Ury Rodríguez Urgellés, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) en la provincia de Guantánamo, los días parecen extenderse más allá de las 24 horas; este hombre incansable, recientemente merecedor de la Réplica del Machete Mambí del Generalísimo Máximo Gómez, vive inmerso en un torbellino donde el liderazgo y el arte se entrelazan.
Creo que nací para esto, no sé hacer otra cosa, declaró a la Agencia Cubana de Noticias quien desde los 10 años de edad actuó por primera vez en la escuela primaria y el arte fue un juego que con el tiempo se convirtió en su vida, y finalmente, en una necesidad.
Su ingreso en 1987 al Teatro Guiñol Guantánamo, con la obra "Los tres pavos reales", fue parte de una trayectoria que no cesó; aprendió animación de títeres, dirección, escritura, maquillaje, diseño de vestuario, sonido y más, guiado por figuras como Santa García Arias, instructora de arte que lo educó.
Ella me enseñó que el teatro no es solo buscar aplausos, sino asumir con responsabilidad y amor este oficio, me mostró que este es mi mundo, recordó, aunque también mencionó con gratitud a Virginia López, Maribel López y otros mentores que marcaron su camino.
En junio próximo cumplirá un año al frente de la Uneac en la provincia, que agrupa a 117 miembros entre escritores, artistas escénicos, plásticos, y profesionales del cine, la radio y la televisión, además del comité municipal en Baracoa, que desean, según Ury, tener una organización más activa, y sobre eso trabajan con un equipo unido que afortunadamente lo acompaña.
La dirección es un reto, no se trata solo de agrupar artistas e intelectuales valiosos, sino de trazar estrategias con mirada de nación; es un proceso en constante construcción cuyo aprendizaje es siempre mucho más rico en la práctica, manifestó convencido este hombre de pelo cano y sonrisa franca.
Bajo su liderazgo, trabajan para fortalecer el rol de la cultura cubana: "buscamos soluciones que demanda la sociedad, posicionar nuestros logros, intercambiar, crear alianzas, legitimar procesos ricos desde lo endógeno, y rescatar la cultura popular y el patrimonio, que son temas que también le competen a la Uneac".
Señaló a su alrededor para demostrar su punto, una sede donde espacios como la galería La Celosía, que cada día acerca más los referentes de la plástica al pueblo; la librería Arabescos, que atrae lectores ávidos de nutrirse de los textos de la editorial Unión; y la Sala Aretusa, en la cual se reúnen para potenciar ese intercambio y diálogo que tanto repite.
Esas iniciativas se ganaron un lugar en el corazón de los guantanameros, junto al patio de la institución, donde los Bolereando, El Camino Inmediato, las peñas changüiseras y otros espacios defienden la identidad y el orgullo por Guantánamo.
"Tenemos otros proyectos, son muchos: de realización, intercambio con comunidades y expositivos, y vendrán más, a medida que los miembros sigan con su aporte".
Esta dualidad de funciones le exige mucho de su tiempo, pero la presidencia le enseñó más que cuando era solo miembro del ejecutivo, aseguró, y quiere hacer lo mejor que pueda, pero no abandona su verdadera esencia.
Tengo un compromiso enorme con el teatro, con La Barca, la agrupación que dirijo, con el público que me sigue, no puedo dejar de ser artista, dijo, y con una sonrisa añadió: "puedo dejar de ser presidente, ya que es un cargo temporal, pero jamás dejaré de ser quien soy para el mundo, ese es mi alimento espiritual".
"Siempre pienso en cómo mejorar, crear un mejor espectáculo, un proyecto más elaborado, en crecer como artista para lograr mayores resultados, pero, sobre todo, pienso en el otro, porque el arte no puede ser egoísta, si lo fuera no dialogaría con la gente, y el arte debe conectar con quienes lo reciben, es por eso que me involucro en tantas aventuras que me hacen feliz".
Testigo de ello es su labor en la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa, en la radio y en el teatro en general, donde se mantiene vinculado con el público, y se emociona cuando, a través del programa Pa’ la oreja un cuento, en la emisora CMKS, los oyentes le dicen "me gustó el cuento" o lo abrazan y le dicen que lo admiran, lo llaman por el nombre de sus personajes; eso no tiene precio, sostuvo.
No hay separación entre mi vida personal y el arte: es una línea casi invisible, explicó.
Para Ury, defender lo propio es clave frente a la colonización cultural: "se trata de posicionar, visibilizar lo que el cubano lleva en su esencia; no se trata de política, sino de reconocer nuestra cultura, que nace de lo cotidiano, y resaltar lo extraordinario de cada uno.
Recalcó que los cubanos deben sentirse orgullosos de sus símbolos, como la bandera; no por eslóganes, sino desde la emoción; eso nos define; si no valoramos nuestra identidad, otros llenarán ese vacío; el teatro permite gritar '¡soy cubano!' con orgullo desde lo más auténtico, detalló.
Desde su buró mostró la Réplica del Machete Mambí del Generalísimo Máximo Gómez, distinción que otorga el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias a escritores, artistas, periodistas o instituciones informativas y culturales, por ser ejemplo del intelectual comprometido con su tiempo y su historia, y que lo llenó de orgullo; ha recibido muchos reconocimientos, desde Caricatos, hasta Guamo, pero este, confesó, le hace reflexionar.
"Al tener en mis manos ese símbolo de un hombre de batalla, me sentí en deuda, me pregunté: ¿habré hecho suficiente para merecer esto? no me comparo jamás, pero es seguir los pasos de un legado tan grande como el de él, y como tantos próceres, que me obliga e inspira a respetar más lo que hago y a las personas que me esperan".
Me compromete mucho más a cabalgar mejor como esos mambises, hacerlo de una manera mucho más firme, concluyó, y así, entre títeres, proyectos, liderazgo y sueños, Ury Rodríguez Urgellés continúa su batalla: empuñando el machete de la creación y la resistencia, defiende lo que más ama: el arte y la cultura de su tierra.