Santiago de Cuba, 13 ago (ACN) La ciudad de Santiago de Cuba desempeñó un papel trascendental en la vida personal y política de Fidel Castro (1926-2016), líder histórico de la Revolución cubana, pues nunca fue telón de fondo, sino actor principal en su formación.
Según el periodista Dayron Chang, el niño llegado de Birán, Holguín, caminó las calles de la urbe indómita cuando aún moldeaba su propia verdad del mundo, observó la bahía y las filas de haitianos que devolvían a su tierra, escuchó bombas en tiempos de represión, pasó hambre lejos de privilegios, se sentó en un cine y aprendió de la disciplina de los jesuitas en la misma escuela donde hoy se forman otros.
Este territorio, refirió a la Agencia Cubana de Noticias, ocupa en la biografía del Comandante en Jefe una posición que no puede entenderse de forma lineal, sino en múltiples capas y etapas que se retroalimentan: ¿qué huella dejó la urbe en el niño? ¿cuánto de esa geografía viva, atravesada por el comercio, la bahía, las montañas cercanas y una cultura de resistencia, le ayudó a modelar su carácter?
Para el joven que buscaba transformar el país fue esencial, pues aquí encontró tradición insurrecta, efervescencia popular y una densidad simbólica que le hicieron confiar en que una chispa podía encender un fuego nacional, dijo.
Fidel, señaló Chang, percibió en el pueblo santiaguero una disposición única a la entrega y la movilización, al punto de creer que desde aquí irradiaría un proceso hacia toda la nación.
De acuerdo con el investigador, en su adultez, Santiago se convirtió en territorio de nostalgia y legitimidad para el abogado, mostrando la ciudad a mandatarios extranjeros, al tiempo que fue tan grande el agradecimiento y el vínculo tejido entre la urbe y el hombre y el líder que debe otorgar la condición única de Ciudad Héroe.
Expresó que incluso su decisión final de descansar eternamente aquí no es un gesto meramente afectivo: es la síntesis de una relación estratégica y sentimental que marcó su existencia, pues en sus elecciones —dónde iniciar, dónde volver, dónde concluir—, se revelan respuestas sobre su manera de entender el liderazgo, el poder, la memoria y percepción de esta provincia suroriental.
Indagar en ese vínculo permite comprender mecanismos íntimos de su personalidad traducidos en decisiones de vida capaces de impactar a otros, de ahí que la responsabilidad hoy consiste en desencriptar los códices del mito para mostrar lo humano: dudas, contradicciones, ternura por los oprimidos, sueños, decisiones y rebeldías juveniles, concluyó Chang.
En Santiago de Cuba, Fidel Castro encontró mucho más que un escenario para su lucha: halló un pueblo dispuesto a sostenerla, una historia que dialogaba con su propia rebeldía y un símbolo capaz de proyectar la Revolución más allá de sus fronteras.
La ciudad y el líder se eligieron mutuamente, y en esa alianza perdura vivo, a 99 años de su natalicio, el latido de una obra que sigue desafiando bloqueos, agresiones y al tiempo.