Las Tunas, 6 de nov (ACN) Olga Lidia miró de frente sus miedos, luego los encaró para erguirse como líder de la familia cuando las inundaciones llegaron a cada rincón del municipio de Río Cauto, en la provincia de Granma, y a partir de ahí el destino le ha deparado un torbellino de emociones y retos a los que responde con la certeza de “echar pa´lante”; sin embargo, los temores la superan a la hora de indagar sobre el estado de la casa dejada atrás.
Con la encomienda de cuidar las pertenencias y algunos animales quedó el esposo de Olga Lidia Salgado León; en tanto, ella a más de 70 kilómetros combate la incertidumbre de la magnitud del desastre porque el susto la supera y evita a toda costa la pregunta que la mayoría se hace, pero pocos atinan a pronunciar en el centro de evacuación de la escuela pedagógica Rita Longa, en Las Tunas.
Para esta granmense una voz a la distancia, mediante una llamada resulta más hiriente; por tanto, menos tolerable que encarar los hechos con los pies en el mismo suelo donde el agua derribó muros y borró el sacrificio de las personas en ese empeño de forjar un hogar capaz de trascender generaciones.
Terrible lo que hemos pasado en Guamo, nos sacaron en chalupa y también tuvimos que caminar lo que nadie es capaz de imaginarse para poder subir al tren, confiesa mientras los recuerdos se apropian de las palabras y algunas lágrimas asoman en los ojos.
En concordancia con las orientaciones del Consejo de Defensa Provincial en Granma en las últimas jornadas comenzó el retorno de un grupo de evacuados, dado el descenso del caudal en ciertas comunidades, pero los demás permanecen en las instituciones del Balcón de Oriente, en las cuales reciben los aseguramientos básicos, además de la mano solidaria de una Cuba volcada a transformar el panorama con los recursos disponibles.
Me siento bien, encantada con la atención recibida y no encuentro manera de agradecerles a aquellos que se nos han acercado, no solamente de aquí, sino del país en general, esas muestras de cariño nos ayudan a levantarnos, confiesa Salgado León, a modo de despedida anticipada.
En medio del caos la valentía y determinación apuntalan a Olga Lidia, al tiempo que la sitúan como el eco de un dolor colectivo, una historia en común marcada por las lamentaciones de perder los bienes materiales en cuestión de horas, sin margen a reaccionar, más allá de salvarse.
