¿Un pozo de agua dulce en el mar? ¿Un manglar en pleno monte?

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Roger Aguilera
781
13 Junio 2016

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¿Un pocito de agua dulce dentro del mar?, ¿Un manglar con un manantial de agua salada en pleno monte? Sí, son  matices geográficos sui géneris  en el archipiélago cubano,  que los tuneros  muestran con orgullo y asombro.
  La naturaleza, que tanto ha arrinconado a Las Tunas, hasta convertirlo en el territorio más seco de Cuba por su bajo régimen de lluvias, quizás  le dio esa gracia que embelesa a nativos y foráneos.
   Puerto Padre es una ciudad construida en la falda de una loma que termina donde las aguas del Océano Atlántico bañan un malecón que lo hace más especial por tener muy cerca,  dentro del mar, un pocito de agua dulce.
  Ese secreto de la naturaleza, que es consecuencia del afloramiento del manto freático en la zona costera,  ha hecho  que a la llamada Villa Azul de Cuba  se le conozca también por ese atractivo que, según cuentan  los más viejos de la urbe norteña,  fue descubierto por un marinero en el siglo pasado.
  Unos afirman que el hilo conductor que llevó al nauta fue  cuando una vaca  bebió agua del manantial, otros le atribuyen el hecho a un grupo de caprinos; pero lo cierto es que el pocito ha sobrevivido al cabo de los años.
   En una etapa  se le construyó un pequeño molino, pero cuando colapsó por el propio fragor del tiempo y la intervención de los humanos atraídos por la singularidad del lugar, el manto freático se obstruyó.  Entonces se procedió a levantar  uno simbólico, el que tiene actualmente, hecho a base de piedras y cemento.
   La otra cara de la moneda se encuentra en Cenicero,  en Monte Naranjito, municipio de  Majibacoa, en el centro este de la oriental provincia, a unos 80 kilómetros de Puerto Padre.
    Se dice que  un campesino de la zona descubrió  un manantial salobre  en un área superior a las 150 hectáreas de manglares, con predominio de la yana. Para identificar el lugar se le fabricó un brocal.
   Cenicero, un ecosistema especial integrado a la cuenca del Río Cauto, está  circundado por un bosque y una sabana, con algunas plantaciones de júcaro y palmas del género copernicia, así como también por  marabú, piña ratón y bejucos.
   El máster Amado Luis Palma, especialista  del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente en el territorio,  significó  que este manglar,  único no costero existente en la Isla, quedó atrapado como relicto (remanente sobreviviente de un fenómeno natural) de la última transgresión ocurrida en el archipiélago.
  La hipótesis se basa también en que  se ubica sobre rocas de la etapa cuaternaria, el último de los períodos geológicos, cuando apareció el Homo Sapiens.
  Ahora, los puertopadrenses  no desconocen  que su urbe puede adquirir más relevancia en la ruta hacia una  ciudad turística, pues, además de la curiosidad, sobre el pocito se tejen leyendas como que quien  bebe de sus aguas nunca se va del lugar y que de sus manantiales todas las noches sale una ninfa igual que las narradas en la antigua Grecia.
  Sobre el Cenicero de Majibacoa no hay leyendas, fue descubierto hace 50 años, pero no por justificada acción de la naturaleza,  deja de ser interesante la existencia de un manglar, con manantial de agua salada, en medio del monte y a 38 kilómetros del punto de la costa más cercano.