Si la Patria me necesita seguiré alfabetizando

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Liz Beatriz Martinez Vivero
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06 Junio 2016

Bárbara Palenzuela el año 1961. A pesar de contar con solo diez años en aquel momento, nunca olvidaría la Campaña de Alfabetización desarrollada con éxito en Cuba y que terminó convirtiendo a la Mayor de las Antillas en el primer territorio libre de analfabetismo en América Latina.

Hay fechas que marcan a un país entero y algunas coincidentemente terminan, por añadidura, trastocando el destino de los protagonistas.

Este es el caso de lo que fue para Bárbara Palenzuela el año 1961. A pesar de contar con solo diez años en aquel momento, nunca olvidaría la Campaña de Alfabetización desarrollada con éxito en Cuba y que terminó convirtiendo a la Mayor de las Antillas en el primer territorio libre de analfabetismo en América Latina.

Convocados por Fidel, aproximadamente mil 168 jóvenes integraron el pequeño ejército de alfabetizadores en el cual se encontraba Baby.

Eso nos entusiasmó tanto porque era algo novedoso. Lo que hizo que yo fuera a alfabetizar, sin dudas, tuvo que ver con el  hecho de nacer en la familia Palenzuela. Era una familia muy revolucionaria, que había participado en la lucha clandestina, en los sucesos del nueve de abril y entonces seis de mis primos se alistaron para participar en la Campaña. Yo no quería quedarme atrás, en mi casa cada uno tenía una boina verde y a como diera lugar debía agenciármela. Por parte de mi padre, a la hora de incorporarme sentí un poco la presión (imagino que por la edad) pero al final fui.

¿Qué hacía antes de irse a alfabetizar?

Yo estaba en una escuela primaria, hacía todo lo normal que correspondía a una niña de mi edad, de la casa a la escuela. Cuando surgen las (brigadas) Conrado Benítez me incorporo a la Campaña. He dicho en otras ocasiones que nací en el año 50 así que cuando llené la planilla por temor me puse un año más, sin pensar en que luego no coincidía con mi fecha de nacimiento en octubre.

Probablemente la distancia en algún instante procuró hacer claudicar a la pequeña Barbarita, pero hay secretas razones que en lo más hondo instan a perseverar.

Alfabeticé en Sagua de Tánamo. Mi mamá únicamente me pidió que cuando llegaran las ubicaciones yo tenía que estar cerca de la casa. Éramos tantos en la campaña… nos dijeron Campechuela o Sagua de Tánamo. Yo no sabía si Campechuela era otro país, si Sagua de Tánamo estaba en otro mundo. Con un Tin Marín me decidí por Sagua porque la mayoría iba para allá. Recuerdo el tren lechero, mi farol que era casi de mi tamaño.

Encaramarme en un camión, ver Oriente, las montañas… era algo completamente nuevo. Allí estuve como dos o tres meses. Después me trasladaron a Melena del Sur, a una finca llamada Garzón.

En la casa de los campesinos yo me sentía como en la mía, eran buenas personas. Me imagino que pensaban "cómo esta muchachita va a ser la maestra”. Eran seis hermanas mujeres dedicadas a la finca, recuerdo a Rogelia, Mireya, Mercedes… y Marcos, el único varón, quien se  dedicaba a los animales. Son personas que ya no están pero con las que yo tenía las mejores relaciones y después de la Campaña mantuvimos el contacto.

Se levantaban a las cuatro de la mañana y allí estaba yo queriendo experimentar de todo, levantándome también a aquella hora, queriendo poner el granito de maíz en la tierra, darle con los pies y no perderme ni un solo detalle.

Estando en la Campaña supo de la muerte de Manuel Ascunce.

¿Qué sintió en ese momento?

Sus palabras se entrecortan y la emoción deja al descubierto los detalles de aquel momento.

Nos sentimos muy conmovidos. Era uno de nosotros, lo habían asesinado vilmente. Recuerdo que nos reunieron y nos informaron de aquel atropello. Con la edad que teníamos no analizábamos la situación tan cruda que existía, pero era real.

No teníamos conciencia del peligro, yo menos porque era una niña. Fíjate hasta qué punto estaba ajena a todo, que aún tengo una foto donde me encuentro haciendo la cola para íntimas (almohadillas sanitarias), no sabía para qué se usaba, pero hacía la cola. Mi farol sufrió como seis o siete accidentes pues tiraba lo tiraba del camión y después me lanzaba yo porque no alcanzaba la goma.

Sí sabía, no obstante, que aquel era un asunto serio; la preparación de Caguama y la importancia de alfabetizar sí la tenía incorporada. Fue algo para la historia, la prueba más real de esto es que aquí estamos todavía.

¿Cómo le cambió la vida el hecho de alfabetizar?

Cuba fue el primer país que se encargó de enseñar a leer y a escribir a su pueblo. Fue algo bonito, me percaté cuando iba creciendo. También fue un empeño de nuestros padres, de todo el mundo. Era una época convulsa, la gente se estaba familiarizando con la Revolución.

Todos arriesgamos para ver los resultados. La gente confiaba en Fidel, en su poder de convocatoria. No había nada impuesto ni obligatorio. Queríamos estar ahí compartiendo nuestro conocimiento. La vida nos cambió a todos y así ha sucedido con los sucesos de la Revolución, hemos ido cambiando de muchas maneras a lo largo de todos estos años y sobre todo a nivel de nuestras conciencias.

Cuando Melena del Sur es declarada territorio libre de analfabetismo  Ud conoce a Fidel…

Ese día por la tarde nos llevaron a hacer entrevistas, allí estábamos todos los alfabetizadores de la zona. Fue el ocho de noviembre de 1961, aunque Melena se declara territorio libre de analfabetismo el día cinco. Fue muy emocionante ver a Fidel delante de nosotros.

Estábamos pendientes de aquel suceso, y yo en primera fila. No había nada preparado porque con él nunca hay algo previsto. Fidel comienza a hablar y de pronto, parece que alguien le había comentado sobre la edad que yo tenía. Recuerdo que dijo: La historia hablará de esa niña que alfabetizó a ocho personas y por ahí comienza…

¿Sabía que estaba hablando de Ud en ese momento?

No, ¿qué voy a saber? Era una más en el grupo que brincaba y saltaba cuando él decía algo. De pronto, cuando Fidel hace alusión a ese momento, me cargó un guardaespaldas y luego otro, y me encaramaron arriba de un buró, buscaron una silla y empezamos a hablar.

El diálogo trascendió en las publicaciones de la época y Barbarita, mientras contempla la fotografía de aquel instante, suelta los pormenores.

Él me preguntó cómo me llamaba, cuantos años tenía. Yo no estaba ni nerviosa, como si estuviera absolutamente convencida de que aquello que estaba haciendo era algo bueno. Después él me preguntó: ¿Y ahora qué vas a hacer? No sé qué pasó por mi cabeza. Pero respondí, muy altanera, si la patria me necesita, seguiré alfabetizando.