Abel Morales y Jonathan Sardiñas son niños de 10 años que con habilidad y destreza aplican diferentes técnicas de salvamento, entre ellas la reanimación cardiovascular, inmovilización de miembros fracturados y el traslado de personas colapsadas.
Lo extraordinario de la historia viene de la mano de que los pequeños, junto a otros 160 alumnos más, estudian en la escuela especial Fructuoso Rodríguez, de Santa Clara, porque Abel es ciego total de nacimiento y Jonatan tiene una severa discapacidad auditiva.
Desde el pasado mes de septiembre en el plantel se conformó un programa extracurricular con el cual Osvaldo Díaz, técnico de rescate y salvamento de la Cruz Roja en Villa Clara, les enseña como actuar ante desastres y accidentes domésticos.
Ambos niños aseguran que desde que comenzó este curso son más independientes que antes y en sus casas orientan a los mayores sobre las acciones que deben asumir cuando ocurran situaciones extremas, ciclones o fuertes lluvias.
Abelito reconoce que es más independiente desde que sabe esas técnicas, y así se lo demuestra a sus padres quienes todavía lo quieren sobreproteger mucho.
Cuenta que los invidentes poseen muy desarrollados el tacto y la audición; y en las clases, el profesor Osvaldo les enseña a emplearlos en momentos dificiles, por ejemplo, para orientarse en una habitación derrumbada, o determinar si una persona tiene dificultades respiratorias.
Mientras Abel demuestra sus conocimientos, Jonathan narra qué debe hacer cuando alguien colapsa, y asegura que sabe diferenciar entre una crisis epiléptica y otra complicación.
Dice el infante que en la escuela hay muchos estudiantes que, además de la carencia de visión y audición, padecen otras enfermedades, por lo cual, resulta muy importante actuar de inmediato.
Jonathan recalca que hoy ellos están en un centro que exhibe todas las condiciones necesarias para sus discapacidades y disponen de la asistencia de maestros, asistentes, enfermeros y otras personas, pero cuando sean grandes puede ser distinto, por eso deben aprender todas esas técnicas.
Osvaldito, como le llaman los niños, está satisfecho por el resultado de su labor en la referida institución docente, y relata que empezaron el trabajo como si fuera un juego, para que se motivaran.
Al inicio, muchos de ellos estaban temerosos, pero cuando se les explicaba y simulábamos situaciones cotidianas en las que podían estar afectados se fueron incorporando poco a poco, asegura.
Reconoce entre los mayores logros la participación de los infantes que deambulan en sillas de ruedas, quienes aprenden a usar su aditamento para trasladar a los accidentados.
Osvaldo recuerda que ese proyecto tiene como antecedente una presentación que hizo hace años en el Centro Nacional de Capacitación 26 de Julio, en el municipio de Boyeros, en La Habana.
En esa ocasión mostró a las personas con diversas discapacidades que asisten a la instalación, cómo realizar los primeros auxilios, reanimación cardiopulmonar y preparación ante desastres naturales, químicos o por intensas lluvias.
Tiempo después decidió extenderlo hasta esos niños de Santa Clara, porque son un segmento social muy vulnerable y proclive a daños y accidentes.