¡Qué monstruos, nos dejaron sin Frank!

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ACN - Cuba
Aída Quintero Dip
76
28 Julio 2025

Los santiagueros tienen una cita sagrada cada 30 de julio, a las 4 y 30 de la tarde, en la peregrinación en honor a Frank País García y Raúl Pujol Arencibia, el compañero de armas que cayó a su lado; desde el Parque Céspedes hasta el cementerio patrimonial Santa Ifigenia evocan la manifestación de duelo de 1957, con sol ardiente o fuerte lluvia, la marcha es parte de la vida de la ciudad.

   La Patria toda, y en su tierra natal, sienten el vacío de su ausencia hace 68 años, y comprenden mejor a Fidel, que al saber la noticia de la muerte del audaz luchador, desde la Sierra Maestra, dijo: “Qué monstruos. No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado. No sospecha siquiera aún el pueblo de Cuba quién era Frank País, lo que había en él de grande y prometedor”.

   Qué monstruos, nos dejaron sin el maestro normalista, el avezado líder clandestino, la confianza del Comandante en el Llano y también en la Sierra; se perdía al amigo entrañable de Vilma, el amor de América, un apasionado bautista, al querido hijo de Doña Rosario, al jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio, el cual encabezó el levantamiento armado de Santiago de Cuba y la vistió de verde olivo por primera vez.

   Impresionante ejemplo de existencia tan corta -solo 22 años- y que haya ofrendado tanto a la Patria, al punto de haber sido escogida la fecha de su asesinato: 30 de julio (1957) como Día de los Mártires de la Revolución, por haber encarnado las virtudes de lo más promisorio de la juventud de su época que lo ofrendó todo para conquistar la libertad.

   Se intuye de dónde le venía esa fibra patriótica; nació el 7 de diciembre de 1934, cuando se recordaba el aniversario 38 de la caída en combate de otro encumbrado hijo del oriental centro urbano, el General Antonio Maceo Grajales, paradigma de la intransigencia revolucionaria, de cuyo legado bebieron los cubanos en la gesta independentista y en la creación de la nueva sociedad.

   Estudió en la Escuela Normal para Maestros de Oriente, donde se graduó el 6 de julio de1953. Allí asistió a sus primeras manifestaciones como dirigente de la Asociación de Estudiantes y empezó a rebelarse contra los males imperantes en la época, unido a otros jóvenes de iguales inquietudes, entre ellos José Tey Saint Blancard (Pepito), mártir del levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956, junto a Antonio Alomá (Tony) y Otto Parellada.

   Frank anhelaba ser maestro para contribuir a la formación de ciudadanos dignos, pero se convirtió en educador de mayor alcance, lo cual era coherente con un pensamiento revolucionario de profundo ideario martiano, principios democráticos y aspiraciones de que reinara la justicia, lo que contrastaba con su extrema juventud.

   “Fue un alumno brillante y de alguna manera siguió siendo maestro y educador, así lo demuestran sus admirables lecciones de patriotismo y el magisterio que ejerció con todos los combatientes”, destacó en una ocasión Asela de los Santos, cercana colaboradora.

   A partir del golpe de estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, Frank promovió y participó en acciones de mayor envergadura, de acuerdo con sus ideas que se radicalizaron aún más tras el asalto al Moncada, el 26 de julio de 1953, con los jóvenes de la Generación del Centenario y Fidel al frente.

   En ese tiempo cimentó un espíritu rebelde ante todo dogma, que le valió ser el alma del levantamiento armado de su indomable ciudad; en su condición de jefe nacional de Acción y Sabotaje del M-26-7 supo aglutinar y organizar las fuerzas en una acción intrépida para distraer el poderío enemigo y apoyar el desembarco del Granma, que venía desde México con su carga de esperanza.

  “Verlo con dos lágrimas en los ojos a un hombre tan valiente fue doloroso, cuando el fracaso del levantamiento del 30 de noviembre”, expresó tiempos después la Heroína del Moncada Haydée Santamaría, quien nunca olvidó su mirada profunda y apreció su grandeza desde que lo conoció.

   Solo esa epopeya bastaría para perpetuarlo ante la historia, pero hizo más: trasegó armas, dirigió el envío de hombres para fortalecer el Ejército Rebelde, con la vital colaboración de Celia Sánchez, encabezó contactos con revolucionarios determinantes para la lucha y aplicó la justicia revolucionaria a asesinos de la tiranía.

   Por su trascendencia sobresalen dos entrevistas con Fidel en México, ante situaciones muy complejas; encuentros calificados de altamente provechosos para el estallido de la Revolución, y él fue escogido para la reunión en el exterior con el líder por la confianza que inspiraba, responsabilidad y autoridad que supo ganarse para adoptar decisiones por difíciles que fueran.

   Frank tenía el aval de haber forjado un movimiento clandestino con un sentido de férrea disciplina, compartimentación y arrojo admirable, en un Santiago rebelde, pero de ancestral hospitalidad, donde las casas y su gente eran cómplices y colaboradores incondicionales de la causa que defendían.

   Ese gesto siempre lo animó y era su arma fundamental para el combate silencioso y arriesgado que asumía con la naturalidad de los hombres grandiosos. Y Santiago y su pueblo le reciprocaron siempre ese mismo cariño a quien consideró el hijo más querido de la legendaria ciudad.

  Pocas veces se conjugaron en un luchador de su talla el temple que incita a la audacia, la sensibilidad para tocar el piano -lo hacía para disfrutarlo o esquivar tensiones- escribir, desgarrado por el dolor, un poema a su hermano Josué, caído el 30 de junio de1957, amar entrañablemente a su madre o sentir afecto manifiesto por Haydée, Celia, Vilma, Asela, Gloria Cuadras.

   “Hombre inmenso, revolucionario cabal, capaz de levantar en vida a Santiago de Cuba y de levantarla también en la muerte”, con esa imagen tan conmovedora retrató lo acontecido el 30 de julio de 1957 en la épica ciudad, su compañero de armas, Juan Grau Durán.

   Sus coterráneos no olvidan ese aciago día, cuando los esbirros de la tiranía pro imperialista de Batista le hicieron un cerco en la casa de un colaborador donde se protegía junto Raúl Pujol; allí fueron detenidos y vilmente asesinados en plena calle, víctimas de una delación.

   El Callejón del Muro sintió las ráfagas, fue testigo del dolor; otro sitio sagrado donde el pueblo acude siempre a colocarles flores en tributo a sus héroes.