Cuando era un niño y andaba por los montes junto a su padre arriando las reses, Osmel Alonso Expósito dejaba volar su imaginación y soñaba con ser militar.
Desde pequeño llenó sus horas de juego con soldados, trincheras y disparos, en esas aventuras bélicas siempre derrotaba al malvado enemigo.
Así creció sobre el lomo de una yegua muy mansa, detrás del ganado junto al resto de los vaqueros quienes recorrían la finca la Sabana, en Camajuaní, para mudar las reses, recoger los terneros, o detectar a tiempo el celo de una vaca.
Sus anhelos se vieron satisfechos cuando ingresó en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, de donde egresó en 1984. En ese momento en el que debía definir su futuro, sintió una nostalgia infinita por el viejo terruño donde creció.
El olor del pasto al amanecer, el placer inigualable de la tranquilidad que impera en la campiña y la inalterable rutina de la naturaleza le acosaban constantemente.
Así se dio cuenta de que su vocación verdadera era ser "guajiro", y tomó la mejor decisión de su vida, volver al campo. Una vez allá integró la nómina de la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Andrés Cuevas.
Recuerda Osmel que su primer trabajo fue como ganadero, eso lo colmó de felicidad porque era lo que realmente sabía, había nacido entre reses, y crecido en los potreros.
Luego la vida y otras responsabilidades lo llevaron a la CPA 26 de Julio, dedicada al cultivo de la caña.
Ante la realidad de la agricultura cañera en la Isla considera: “ Para aumentar los rendimientos cañeros es necesario incrementar las siembras a partir de buenas simientes y darles a los plantíos el cuidado y atención que demandan “.
Relata que hace unos cuantos años su cooperativa promediaba 13 toneladas por hectárea (t/ha), con una producción de mil 800 t, cifras que solo muestran ineficiencia, y mal trabajo.
Osmel asegura que se reunieron los miembros de la CPA y crearon un plan de acción para elevar todos los parámetros de la entidad, poco a poco mejoraron la composición de los cañaverales, y sistematizaron las atenciones a las plantaciones.
La zafra 2015 concluyó con un rendimiento de 47 t/ha y una producción de 10 mil t. , este logro es el mayor estímulo que podemos tener para continuar en el trabajo del rescate de la disciplina agrícola , asegura.
Recuerda que cuando tuvo sus hijos, un varón y una hembra, temió que el desarrollo de las ciudades los alejara del campo, por eso siguió el ejemplo de sus padres y les inculcó el amor a la tierra desde pequeños.
Para su benepláctico el hijo es ganadero y está afiliado a la cooperativa de crédito y servicios.
Asegura que la vocación se desarrolla desde las primeras edades, nada se alcanza de manera espontánea, por eso hay que conducir a los niños y jóvenes.
Puntualiza que la realidad agropecuaria de Cuba dista mucho de la existente antes del triunfo de la Revolución, ahora las condiciones de vida son buenas, y el trabajo se valora.
Osmel reconoce que cada momento tiene sus requisitos y el de estos tiempos es el uso correcto de la ciencia y la técnica, única manera de lograr altas cosechas y buenos resultados pecuarios. Por eso incita a los hijos de los afiliados a su cooperativa para que estudien carreras afines con esa labor.
Este año, con motivo del Día del campesino, recibió la distinción Antero Regalado, lo que desbordó su noble y sincero orgullo de ser "guajiro", y seguir los pasos de sus padres, abuelos y tíos.
Con la sencillez que caracteriza a los campesinos de Cuba asegura que falta mucho por hacer, y que el trabajo con las familias es vital para que, los nacidos en esta Isla, logren en los campos el sustento que necesitan los pobladores de las ciudades.
A modo de reflexión afirma que esa meta es la batalla de estos días y corresponde a los agricultores vencerla, como en años atrás, quienes vivían en las ciudades llegaron al campo para enseñar a todos a leer y escribir, y poder comenzar una nueva vida. ( Por Marta Hernández Casas, ACN)
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