Por estos días Bejucal se encuentra cumpliendo 302 años. No únicamente pasará a la posteridad por aquel 19 de noviembre de 1837 cuando quedó oficialmente inaugurado allí el primer tramo ferrocarrilero.
Si bien desde ese instante comenzaban en el terruño las giras de las compañías teatrales y musicales, tanto cubanas como extranjeras, lo cierto es que los pueblos en su conjunto trascienden por la gloria de sus hijos.
Omar Felipe Mauri, presidente de la filial mayabequense de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), recuerda que nació en un barrio de extracción humilde pero con arraigo hacia lo popular.
De ese lugar salían las congas, cada fin de semana había un toque, un guaguancó en alguna esquina y muchos músicos. Ante todo, eran personas de características criollas, revolucionarias y patriotas que fueron ayudándome sin saberlo a formarme como individuo, rememora el también escritor.
¿Cuál es el primer libro que cae en sus manos?
Cuando triunfó la Revolución comenzó a crear bibliotecas; de repente empezaron a llover libros. No sabía que existía un mueble que se llamaba librero y menos que existiera una casa para ellos que se denominara biblioteca o librería.
Hasta entonces los libros se vendían en las quincallas, entre medias, papalotes y colores. Entonces uno compraba un libro a 40 o a 25 centavos y luego podía cambiarlo por otro de esa misma colección.
Con 25 centavos leí muchas cosas, La Edad de Oro entre los primeros y también los clásicos franceses: Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Emilio Salgari, Julio Verne. Incluso me bebí textos no especialmente para niños como El Quijote. Tenía 10 años, no entendí nada por supuesto, pero sí descubrí que aquel libro era una puerta a nuevos universos, comenta a la Agencia Cubana de Noticias.
Sus inicios como creador de historias para niños tuvieron sus cimientos en aquella época de lector novel, cuando comenzó a tejer vivencias para cada uno de los personajes más vinculados a su realidad inmediata.
Yo recuerdo que el cine también era una fiesta. Iban de pueblo en pueblo, de barrio en barrio como los vendedores de las carretillas, vendiendo aquellos mundos de ensueño donde las imágenes cobraban movimiento.
Veíamos a Chaplin, al gordo y al flaco, sin sospechar que eran clásicos. Luego supimos que era buen cine. De algún modo eso repercute en la formación individual, ahí uno se da cuenta de que también puede construir una historia, rememora Mauri.
Seriamente empiezo a escribir a los 15 o 16 años, coincidiendo con la carrera pedagógica por la que opto en la especialidad de Español y Literatura. Por la tarde recibíamos clases y en la mañana nos convertíamos en los maestros, remarca.
Recuerda que su vínculo con otro grande de Bejucal fue determinante para el desarrollo de aquellos textos iniciadores de su pasión.
Fue en el año 1983, Un patio así era un libro dedicado a los niños aunque yo no comencé escribiendo para ellos. Escribía poesía, cuentos.
En el año 80, a Carlos Díaz, quien trabajaba en la casa de la cultura de Bejucal, le encantó un cuento que publiqué en la revista Alma Máter, órgano de la FEU. Carlos, actual director del grupo de teatro El Público, lo representó. Aquel fue probablemente el germen de mi pasión por escribir para los niños. Pienso que la literatura infantil tiene la facultad de formar el futuro, de quedar como una huella indeleble más fuerte que ningún otro texto que tenga el ser humano a lo largo de su vida.
Y sobre las complicaciones de escribir para los niños argumenta que ellos son el mejor público porque conocen los cuentos antes de saber leer y luego pasan las historias de generación en generación con pocas variaciones, así que ellos se vuelven narradores orales, fundadores de un legado.
¿Cuál es su criterio sobre los jóvenes escritores?
Percibo una nueva generación que se ha creado espacios dentro del pensamiento, la creación. Los aprecio con mucha energía, bien formados. Y soy optimista para con su futuro.
Omar Felipe Mauri ha publicado más de 50 veces con diferentes editoriales y ha sido galardonado en muchísimas ocasiones.
Hay una sensación que no me abandona cuando entro a una biblioteca, tantas cosas que no conozco, experimento algo tan especial al rodearme de tanto conocimiento. Me llevaría la biblioteca completa por el mero hecho del goce íntimo.
Me seduce todavía el proceso de la creación más que la publicación en sí misma, vuelvo a ser muchacho oyendo a mis abuelos campesinos contar la historia de Cuba, cosas increíbles con un poder de encanto que atrapa al más desinteresado. Y es que el conocimiento y la creación llegaron a mí a través de aquellas primeras historias que ellos volvían tan creíbles, recuerda.
Liz Beatriz Martinez Vivero
867
23 Mayo 2016
23 Mayo 2016
hace 8 años