Martí y Guantánamo, 130 años de sublime unión

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ACN - Cuba
Rodny Alcolea Olivares
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18 Abril 2025

    Para los habitantes de Guantánamo, hay un preciado orgullo por ser hijos de una tierra singular y heroica donde, después de años de exilio, el Héroe Nacional José Martí se reencontró con su amada Patria.

   El 11 de abril se cumplieron 130 años de aquel histórico desembarco por Playita de Cajobabo, adonde arribaron para incorporarse a la guerra contra el yugo español, iniciada el 24 de febrero de 1895, varios patriotas liderados por el veterano General Máximo Gómez Báez y el Delegado del Partido Revolucionario Cubano, José Martí, artífice y organizador de aquella contienda necesaria.

   Pero no solo su huella a partir de esa fecha de 1895 une a Martí con el territorio más oriental de Cuba, antes de esa efeméride gloriosa, Guantánamo no era un lugar desconocido para él, más de 20 referencias en su epistolario y en Patria lo evidencian, entre ellas, la llegada a Cuba, por esta zona, de La Edad de Oro, para su promoción, para cumplir el mandato del Maestro de llevar a cabo esa “empresa del corazón y no de mero negocio”.

   También a través de su amigo queridísimo Fermín Valdés Domínguez, radicado en la villa de Baracoa; y cuando nombró Delegado del Partido Revolucionario Cubano en la región al patriota Pedro Agustín Pérez, la figura más excelsa del mambisado en el alto Oriente cubano.

   A partir de su arribo al territorio guantanamero comienza para el Apóstol el gozo de otro encuentro con la naturaleza de su país, es un torrente de sensaciones que mucho disfruta y que no experimentaba a plenitud desde los tiempos en que siendo un niño su padre lo llevó a pasar una temporada en Hanábana, Matanzas.

   Su primera noche en Cuba la duerme en el suelo de su tierra amada y extrañada durante décadas y en la región perteneciente al actual municipio de Imías escribe sus primeras impresiones del paisaje patrio.

   El 14 de abril apuntó en su diario: “Día mambí. Salimos a las 5. A la cintura cruzamos el río y recruzamos por él. Luego, a zapato nuevo, bien cargado, la altísima loma, de yaya de hoja fina, majagua de Cuba y cupey de piña estrellada. Vemos acurrucada, en un lechero, la primera jutía. Y a continuación: Loma arriba. Subir lomas hermana hombres”.

   Es también en esas elevaciones del guaso donde, rodeado de la exuberante vegetación de Monte Tavera, fue ascendido al grado de Mayor General, el 15 de abril de 1895. Mientras, el 18, en Monte Pavano, nos narra: “Decidimos dormir en la pendiente. A machete abrimos claro… La noche bella no deja dormir. Silva el grillo; el lagartijo quiquiquea y su coro le responde; aún se ve, entre la sombra, que el monte es de cupey y de paguá, la palma corta y empinada; vuelan despacio en torno a los animitas; entre los nidos estridentes, oigo la música de la selva, compuesta y suave, como de finísimos violines; la música ondea, se enlaza y desata, abre el ala y se posa, titila y se eleva, siempre sutil y mínima”.

   En estos parajes Martí se hace soldado, emite decisivas Circulares a los Jefes, para la conducción de la Guerra Necesaria. Allí, el Presidente, como todos lo llaman, vuelve a disfrutar de los baños en el río, de las comidas criollas, del café con miel de abeja, del jugo de la caña y siente “paz del alma”.

   Es donde “la noche bella no deja dormir”, contempla las estrellas desde su hamaca y avizora la libertad de Cuba, esa que se debe extender por las Antillas y extenderse sobre nuestras tierras de América.

   La misma por la que ofrendó su vida el 19 de mayo de 1895, cuando tres balas lo hicieron caer de su caballo Baconao, para alzarse a la inmortalidad.

   El primero de mayo de 1895, el Mayor General del Ejército Libertador y Delegado del Partido Revolucionario Cubano José Martí, tras recibir una bandera cubana de manos de Juana Bautista Pérez, esposa del caudillo guantanamero Pedro Agustín Pérez, deja estas tierras del alto Oriente que lo acogieron durante 20 “días bellos y recios”. (Rodny Alcolea Olivares, ACN)