La Habana, 17 jun (ACN) El lanzador pinareño Erly Casanova ha sido suspendido por un año por la Federación Cubana de Béisbol y Sóftbol (FCBS), tras haberse contratado de manera independiente en la Liga Italiana y abandonar su compromiso con Vegueros de Pinar del Río en plena III Liga Élite.
La medida, anunciada por el presidente de la FCBS, Juan Reinaldo Pérez Pardo, pone sobre la mesa más preguntas que respuestas, y reabre un viejo debate que atraviesa nuestro béisbol: el de la comunicación, o mejor dicho, su falta.
Casanova, pelotero de actitud intachable e hijo del legendario Luis Giraldo Casanova —"El Señor Pelotero"—, salió del país en medio del torneo para unirse a un equipo en Italia. No fue el único caso de una salida en medio o antes del torneo, pero sí ha sido, al menos por ahora, el único que recibió una sanción de tal magnitud. Y eso, en sí mismo, ya llama la atención.
Según la versión oficial, el atleta violó los reglamentos al contratarse sin el aval de la Federación. Sin embargo, varios periodistas —quienes seguimos de cerca el campeonato desde sus inicios— desconocíamos si su salida respondía a una gestión propia o institucional. Las autoridades, por su parte, sí sabían.
Aquí es donde surge el nudo. ¿Hubo un diálogo claro entre las partes? ¿Se le advirtió formalmente a Erly de las consecuencias de su decisión? ¿Tuvo él pleno conocimiento de que sería sancionado si viajaba sin autorización? Si las respuestas son afirmativas, entonces la FCBS actuó conforme a las reglas. Pero si no lo son, estaríamos ante un problema mucho más profundo y recurrente: la carencia de una política de comunicación efectiva entre atletas y autoridades.
Ninguna institución que aspire a mejorar su entorno deportivo puede permitirse sostener sus decisiones únicamente sobre la base del castigo, sin abrir espacios reales al entendimiento. No se trata de justificar lo que se haya hecho mal, sino de evitar que lo que se ha hecho mal vuelva a repetirse por falta de claridad.
Casanova no es un jugador cualquiera. Ha representado a Cuba con orgullo, ha sido ejemplo en su conducta y lleva en su sangre el legado de uno de los grandes íconos del béisbol nacional. No se le debe impunidad, pero tampoco indiferencia.
En tiempos donde la palabra de orden es unión, donde el béisbol cubano necesita más puentes que barreras, más ideas que castigos, se impone la búsqueda de soluciones inteligentes. Una suspensión puede parecer firme, pero si no resuelve el conflicto de fondo, es apenas un parche sobre una herida abierta. Y el béisbol, el nuestro, no está para sangrar más.