Los “zorreros” en Angola

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ACN - Cuba
María de las Nieves Galá León | Foto: Juvenal Balán
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19 Noviembre 2025

  Una de las experiencias inolvidables durante mi estancia en Angola fue compartir con el batallón de los zorreros. Eran hombres valientes, no había dudas. Desandaban los caminos, con el peligro siempre presente. Hasta ellos llegamos, tras las anécdotas que tendrían por contar.

   Habían pasado las noches de insomnio y vigilia, pero en el recuerdo de los integrantes del batallón de los zorreros (así se conocía en ese territorio a los caravaneros que conducían las zorras para el movimiento de cargas pesadas) aún estaban latiendo las anécdotas de las cerca de 85 caravanas hechas para asegurar el traslado de la técnica de combate que regresaba a Cuba.

   Aunque Esteban Piñero (El Puro), Juan Gualberto Delgado (Pito Pérez), Pedro Pablo Salazar (Perico), Emilio González (Candito) y Jesús García viajaron juntos en el buque Fiódor Chaliapin, apenas se vieron. Sus rostros fueron parte de los cientos de cubanos que llegaron a Angola el 10 de enero de 1989.

   Aquí se convirtieron en hermanos, por esa solidaridad que une a los hombres en los momentos difíciles. El 17 de marzo de 1990 quedaría en la memoria como una fecha inolvidable.

   “Como a las 8 y 45 de la mañana sentimos los primeros disparos. Yo venía medio dormido —recordó Candito— y me desperté sorprendido.

   “Toqué a Mongui (Ramón Alfonso, el chofer). El abrió fuego, mientras yo salía, después lo cubrí a él. Evidentemente, era una emboscada. Inmediatamente la columna se detuvo y comenzó el combate. Bajo el tiroteo, dicen que, a Raúl, uno de nuestros compañeros, lo habían herido en una pierna. Aquello me puso mal, porque todos éramos una gran familia, afirmó.

   “Yo venía con el capitán Julio Mederos –expresó Pito Pérez-. La cocina- comedor (un APA-200) se había roto y nos retrasamos. Me senté en la rueda del Kraz a comer y en eso sentí el tiroteo. Le dije: 'Capitán, están atacando la columna'. En cinco cuadras, el camión cogió como 80 kilómetros de velocidad”.

   Pito era el cubano jaranero, simpático, pero en aquel instante, las palabras salieron con toda la emoción de aquellos momentos trágicos.

   “Delante de nosotros iba la pipa con agua y la gente de la Unita tenía concentrado el fuego hacia allí, quizás pensando que era combustible. Cuando llegamos al lado de la columna, nos tiramos en la cuneta. Bajo el tiroteo, el capitán me dio la orden de coger la radio que estaba encima del carro. Le respondí: capitán, pero debajo de este fuego no puedo salir. Él me contestó que era una orden. No me quedó más remedio que cumplirla.

   “Al rato nos enteramos que David había muerto. Un gordito que estaba a mi lado se paró en medio del fuego, disparaba y gritaba. ¡Viva Fidel!, ¡Patria o Muerte!, ¡Venceremos!', subrayó.

   “A mí no se me olvida el médico Reynaldo. Fue muy valiente. En medio de los tiros, con ayuda del sanitario, recogía a los heridos, auxiliaba a todo el que lo necesitaba.

   “A las cuatro y pico de la tarde, la columna siguió su marcha hasta llegar a Ukuma, donde nos cogió la noche. El jefe del batallón, el político, y el secretario del Partido recorrieron la columna y nos hablaron de la posibilidad de que hubiera otra emboscada.

   “Como a las doce empezó un aguacero tremendo. Ellos no durmieron, se pasaron todo el tiempo, de un lado a otro. A las cinco de la mañana, continuamos el recorrido sin ningún problema, señalo el Puro.

   “Para Jesús García, el más joven del grupo, no pasó inadvertida la unidad de todos, como una gran familia. “Esos lazos surgen en el combate y nunca más se olvidan”.

   De esa heroicidad y valentía nos nutrimos durante nuestra estancia en Angola como corresponsales. En esos hombres la amistad creció a lo más alto del escalón humano. Y es que los lazos de hermandad se desarrollaron en la tierra africana cual la impetuosidad del imbondeiro, árbol inmenso, sagrado en esa nación. Así perduraron en el tiempo.