A la caída de la tarde del 13 de agosto de 1957, la policía del pueblo de San Juan y Martínez aleccionada por los altos mandos de los cuerpos represivos se encontraba a media jornada de cumplir con la orden de no permitir ninguna acción ese día, cumpleaños del líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro, pero los hermanos Luis y Sergio Saiz Montes de Oca, combatientes clandestinos, estaban decididos a quebrar la aparente tranquilidad impuesta por la dictadura.
Luis, de 18 años, formó parte del Directorio Revolucionario en La Habana, junto a José Antonio Echeverría y Fructuoso Rodríguez, y al cierre de la Universidad volvió a San Juan y Martínez y se incorporó al Movimiento 26 de Julio, del que es nombrado Coordinador Municipal.
Sergio, un año menor, tenía una trayectoria similar iniciada en la segunda enseñanza y desde entonces participaba junto a su hermano en todas las actividades conspirativas. Era quizás el responsable de Acción y Sabotaje más joven en ese entonces en el país.
Aquella tarde salieron de la casa y se despidieron de su madre diciéndole: "No temas, algún día te sentirás orgullosa de nosotros", y partieron a cumplir con su deber para que el 13 de agosto no pasara inadvertido bajo la supuesta tranquilidad que querían mantener a toda costa los esbirros.
Poco antes habían escrito el texto ¿Por qué Luchamos?, considerado el testamento político de ambos, en el que dicen: "(...) No tenemos más que nuestras vidas, avaladas con la honradez de su pensamiento justo y una obra inmensa que realizar y como ofrenda de devoción y desprendimiento las hemos depositado en los brazos de la Revolución Cubana -justa, grande, renovadora, honrada, socialista-, sin más esperanzas que ver cumplidos estos sueños".
Se encaminaron al otrora cine Martha, donde pensaban realizar una acción de propaganda. Sergio se encontraba justo frente a la taquilla cuando un soldado se le encimó e intentó registrarlo con violencia, a lo cual se negó el joven por lo que el esbirro trató de pegarle y fue cuando Luis trató de defenderlo y le dijo al agente que lo dejara, al tiempo que avanzaba, pero lo fulmina un disparo del militar.
Entonces desde el suelo, Sergio al ver caer al hermano se abrió la camisa y le espetó: “Asesino, has matado a mi hermano, hazlo conmigo también”. El soldado apretó el gatillo y le atravesó el pecho.
“Cuerpos que yacen dormidos/ abrazados al cemento/ de una calle y una estrella…”, había escrito Sergio en un poema, como anticipando la jornada de la heroica muerte de los dos.
Los asesinatos conmocionaron al pueblo que protestó y se mostró solidario con los padres que perdieron a sus hijos y, sobre todo, se incrementó el apoyo a la Revolución y muchos indecisos se sumaron a la lucha.
Es oportuno recordar que Sergio y Luis Saiz Montes de Oca tenían una formación intelectual y política muy sólida.
Habían visitado, en unión de sus progenitores los EE.UU, escribían literatura política, eran estudiosos de la obra de José Martí, de la historia universal y la filosofía, conocían las ideas de Carlos Marx, al que Sergio le dedicó un poema, en el que decía ”… el mudo escalpelo de tu doctrina, / hace temblar en vibraciones / el duro templo de la explotación...”
En la papelería de los hermanos se encuentran análisis y denuncias sobre la discriminación racial en Cuba, el papel de la enseñanza en la formación de valores revolucionarios y sobre la necesidad de hacer una Revolución social, que asombra por la profundidad de las ideas escritas por estos casi adolescentes combatientes clandestinos.
Uno de los primeros proyectos que llevaron adelante fue la organización de una Cátedra martiana en la localidad para impartir Política agraria, Política educacional y Martí y la filosofía, entre otros temas, iniciativa que fue reprimida por la policía.
La temprana vocación revolucionaria de los Saiz tiene que ver mucho con la formación que recibieron desde la infancia en el hogar. El padre, Luis Saiz Delgado, administraba la justicia en el pueblo con una honradez proverbial que le ganó el respeto de todos.
Esther Montes de Oca Domínguez, la madre, fue maestra de las primeras graduaciones de la república y hoy, con 105 años de edad, recuerda con lucidez cómo inició su primer curso trabajando en la construcción de la humilde escuelita en el campo.
En ese mismo hogar que reside Esther y se conserva como una casa museo en San Juan y Martínez, en Pinar del Río, se refleja la atmósfera de decencia y altos valores patrióticos en que crecieron los hermanos, quienes decidieron ubicar un busto del Maestro, regalo de un amigo de la familia, entre las dos camas en la habitación que compartían.
La muerte de los revolucionarios no fue en vano. Hoy en día su memoria y su legado político y literario son preservados por una organización que agrupa a los jóvenes intelectuales,la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
Jorge Wejebe Cobo| Foto de Archivo
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12 Agosto 2015
12 Agosto 2015
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