En la cotidianidad de la ciudad de Santa Clara, el bullicio y el ajetreo constante parecen ensombrecer una realidad que, aunque a menudo ignorada, resulta vital para el bienestar de todos: la limpieza de las calles.
Cada día, miles de personas caminan sobre las aceras, cruzan intersecciones y recorren parques, pero ¿cuántas realmente reflexionan sobre el estado del entorno que les rodea?
La higienización urbana no solo constituye una cuestión estética; es una necesidad que impacta directamente en la salud pública, la seguridad y la calidad de vida de los residentes.
Un medio ambiente limpio, además de embellecer la ciudad, también promueve un sentido de pertenencia hacia el lugar en el que se habita.
Pero la responsabilidad de mantener las arterias en óptimas condiciones no recae únicamente en las autoridades. Si bien es cierto que los servicios de Comunales desempeñan un papel crucial, cada habitante debe aportar a esta labor comunitaria para evitar la proliferación de microvertederos y su escalada a un problema mayor.
Según datos de la Dirección Provincial de Servicios Comunales, de los más de dos mil 900 trabajadores del sector en Villa Clara, mil 183 (40 por ciento) superan los 60 años de edad.
La propia fuente revela que en el municipio de Santa Clara, de una plantilla de 998 trabajadores, existen 360 plazas vacantes a causa de los bajos salarios y la falta de recursos y condiciones para el adecuado proceder, lo cual evidencia que ellos por sí solos no pueden resolver el problema.
Imaginemos por un momento una localidad donde cada persona asuma la responsabilidad de cuidar su entorno; un lugar donde los desechos no terminan en las aceras o en los parques, sino en los contenedores adecuados.
Para llegar a ese escenario ideal, especialistas en servicios ambientales en el territorio villaclareño conceden suma importancia a las campañas de concienciación y educación sobre el cuidado del entorno, las cuales no solo serían bien recibidas y, a su vez, generarían un cambio cultural significativo.
Grupos de vecinos en la vanguardia de jornadas de recolección de basura, escuelas que involucren a sus estudiantes en proyectos de embellecimiento y empresas en colaboración con las autoridades para fomentar espacios limpios, constituyen algunos ejemplos de cómo la acción colectiva puede transformar el paisaje.
Esas actividades ayudan a limpiar las calles y de igual manera crean lazos entre los ciudadanos, fomentan el trabajo en equipo y generan conciencia sobre la importancia de tales procederes.
Tomar conciencia resulta un imperativo, más aún en tiempos en que los ciclos de recogida de basura se extienden por la carencia de combustibles y de vehículos especializados derivado de las limitaciones económicas del país.
Así, la próxima vez que salgas a caminar por tu barrio, detente un momento a observar qué puedes hacer para contribuir a su limpieza y belleza. La respuesta puede ser tan simple como recoger un papel del suelo o compartir tus ideas sobre cómo mejorar el entorno con tus vecinos.
La higienización urbana deviene reflejo de nuestra cultura y valores como sociedad. Si queremos vivir en un ambiente agradable y seguro asumamos la parte que nos corresponde en este esfuerzo colectivo.