La vigilia de la casa del quinqué

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ACN - Cuba
Laureen Batista Roselló | Fotos: de la autora
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25 Abril 2025

    Por la Plaza de la Vigía andan los niños, los ancianos, el que labora y el que no, todos alguna vez han pasado por la esquina de Río y Magdalena y hojeado libros con quinqués; 40 años tienen algunos, pocas semanas tienen otros; sin embargo, todos son arte manufacturado bajo un sello que creado en 1985, en la ciudad de Matanzas, tal vez no previó iluminar la literatura atravesando retos hasta hoy.

Los primeros destellos del quinqué

   En la década del 80, en Magdalena número uno sonaban máquinas de escribir, algunos autores de la urbe de ríos y puentes nutrían saberes en libros de consulta y otros se inspiraban y hacían brotar sus letras; era la primera Casa del escritor de Cuba, idea que el poeta Pablo Luis Álvarez, entonces director de la local Dirección Municipal de Cultura,  ejecutó para quienes necesitaran un espacio en el que crear.

   Para 1985, en este mismo recinto, Alfredo Zaldívar Muñoa buscaba fórmulas que atrajeran al público hacia la obra de los autores; y por ello, de la intención del poeta el 25 de abril de ese año surgía Ediciones Vigía, espacio donde dar a cada título el toque humilde y valeroso de aquello que se crea con las manos.

   Ese sitio que se convirtió en lugar para visita y encuentro de los escritores, donde había una biblioteca, máquinas de escribir, materiales para que pudieran teclear sus textos fue el que después ocupó la editorial, es algo que va parejo; la Casa del Escritor primero, las actividades y promoción de esos escritores para que después apareciera un suelto con dos poemas, donde por vez primera se mencionara lo que es hoy Ediciones Vigía, rememoró Agustina Ponce Valdés, actual directora del sello literario.      

   “Vigía por la Plaza; Vigía porque de nuestros balcones se ve la bahía y el río; Vigía porque también es un concepto de cuidar, de salvaguardar, de cobijar y eso es lo que desde que empezó el proyecto se quiso”, expresó.

   A ese proyecto nacido de Alfredo Zaldívar pronto se le sumó Rolando Estévez, pintor, poeta y diseñador, cuyo quehacer resultó la clave para darle a la editorial la visualidad y el prestigio que la caracterizan a nivel mundial, luego propuesta por Estévez llegó Agustina Ponce, quien desde 1999 dirige la institución.

Estévez: más que un diseñador, la luz de una editorial

   Desde varios números de la Revista del Vigía hasta ejemplares únicos de las más icónicas figuras literarias cubanas, afloraron de la creatividad de Estévez, también de él llegó la continuidad de noveles diseñadores, la línea de un estilo del cual Vigía no puede apartarse.

   “Todo discursa a partir de un sello que él marcó; Marialva Ríos llegó de su mano hace más de dos décadas, luego todos, como Héctor Rivero, han seguido un discurso que tiene que ver con la teatralidad, porque el libro de Vigía es un poco teatro, un poco la sorpresa que va a venir detrás del corrimiento de las cortinas en escena, y eso lo creó Estévez, resalta Agustina Ponce Valdés.

   “Cuando hablo de la fundación de Vigía siempre me refiero a él, porque sin la unión de su poesía, su manera única de leer versos y su visualidad, Vigía seguramente no hubiera trascendido y quienes hoy lo continúan no estuvieran creciendo a partir del legado que impuso.

   “Rolando Estévez abogó porque los libros de esta casa no tuvieran letras hechas a máquina, que fueran concebidas a mano y cambiaran, que el color fuera diverso y el libro tuviera sorpresa, eso es lo que queremos continuar aun cuando él nos observe desde otra dimensión, recalcó Ponce Valdés.

   Marialva Ríos, discípula del artista que desde el 2004 lo mantiene como referente para su obra, así lo definió: “Estévez es un maestro no solo para mí, para todos los diseñadores de la editorial creó una pauta en la que cada obra necesita una solución diferente de acuerdo al texto”.

Las peripecias de los vigías para no frenar la obra

   Donde hace cuatro décadas prima la manufactura y lo creado con amor, hoy artesanos, diseñadores y hasta editores rasgan papel, pegan hojas y montan cubiertas entre las peripecias que supone sostener la logística de una casa editorial que no solo depende de quien figura en su plantilla, sino también de cada persona que atraviesa las puertas azules de la sede y aporta hasta lo más ínfimo para que la creación no pare y el quinqué no deje de iluminar.

   “Estamos en un momento difícil, porque crear libros manufacturados, aunque se utilizan materiales reciclables, no es barato; el pegamento resulta costoso, los pigmentos son difíciles de conseguir, el papel craft tan primordial en “Vigía” a veces se complica obtenerlo.

   “Todo eso crea un reto, porque cuando posees los materiales el proceso creativo es más fácil, pero cuando no los dispones a veces las soluciones llegan en el último momento, develó Marialva.

   “Las formas de conseguir nuestros materiales son disímiles, muchas veces en los diseños se usan cosas que personas donaron, alega Héctor Rivero, diseñador más joven de la editorial.

   Héctor cuenta que “Vigía” es como una suerte de lugar raro al que afortunadamente muchos quieren acercarse: “Recuerdo una vez que hicimos unos libros con cerámica rota, entonces todo lo que las personas iban a tirar lo traían y con eso trabajamos”.

   Lo cierto es que quien entrega su cerámica añeja, quien regala varios pomos de pegamento o quien ofrece sus madrugadas a la luz de una lámpara en noches de apagón para encuadernar o agilizar diseños, también deviene un vigía, porque como siempre recuerda Agustina: “Vigía” también es de todo el que a su casa llega.

Lo que hace a “Vigía” una editorial especial

   Desde Dulce María Loynaz, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Carilda Oliver Labra, hasta Nelson Simón o Ulises Rodríguez Febles hacen del catálogo de Ediciones Vigía una editorial de lujo, detrás de ello están quienes aman la obra de la institución.

   Para Laura Ruíz, editora principal de esta casa a la que ha dedicado 35 años de su existencia, “Vigía se ha encargado de recuperar detalles, esencias y lograr con eso la vida, un libro que respire; para mí “Vigía” es el amor a la vida real”.

   “Me encantaría que exista durante mucho tiempo, que hayan más discursos, más voces que se unan a ese lugar donde la gente quiere estar, al cual  quiere pertenecer, donde sueñan con tener un libro”, anhela Héctor Rivero.

   Para Marialva Ríos, formar parte de Vigía es un privilegio, una posibilidad que sentía increíble cuando llegó de la mano de Estévez.

   Al celebrar 40 años a la luz del quinqué Ediciones Vigía arropa a Matanzas, y Matanzas arropa a “Vigía” entre exposiciones, presentaciones de libros y la entrega de un público lector que conserva intacto el orgullo con que en Magdalena número uno surgen textos a dispersarse por el mundo y no duda ni un instante en sostener la vigilia de la casa del quinqué.