José Martí en la noche de Playita de Cajobabo

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ACN - Cuba
Marta Gómez Ferrals
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09 Abril 2025

 “Dos patrias tengo yo, Cuba y la noche. ¿O son una las dos?”, escribió José Martí en sus versos sencillos, y fue en la nocturnidad y en la tormenta del 11 de abril de 1895 cuando llegó a su tierra natal, por Playita de Cajobabo, a fin de incorporarse a la Guerra Necesaria que organizara desde el exilio para liberarla del colonialismo.

   Lo acompañaba el Generalísimo Máximo Gómez, General en jefe del Ejército Libertador, protagonista del próximo grito de independencia del 24 de febrero de ese año, dado desde el Oriente y otros enclaves del país, en cumplimiento de la orden de alzamiento emitida por Martí como Delegado del Partido Revolucionario Cubano, y luego de la firma  de la Proclama del  Manifiesto de Montecristi concertado por ambos pocos días antes.

   Aquel desembarco cuyo tramo final se hizo en un bote vapuleado por el oleaje, los vientos y la lluvia, significó para el Maestro una dicha suprema, en contra de lo que podía pensarse, pues regresaba como lo había soñado. A luchar por la independencia.

   Él la había visto de alguna manera, desde el poema antes citado, como una viuda triste con un clavel en la mano y sabía el significado de la flor.

   Del gozo sentimiento de pisar al fin su suelo cubano, dan fe los apuntes en su Diario de Campaña, documento histórico revelado propiciador de una lectura grata y al mismo tiempo aleccionadora.

   Para el Apóstol, según escribió convencido a un amigo, llegaba la hora de ser consecuente con el honor y todo lo que había predicado, por lo tanto era impensable otra opción que lo llevara a no participar directamente en los combates.

   Desde su exilio en Estados Unidos y en su peregrinar político por países de América Latina trabajó con intensidad por la causa independentista durante unos 15 años, con la salud quebrantada y en medio de penurias.

   Los tiempos de mayor fogueo en los preparativos de la contienda corrieron a partir de los años 90 y esto se visibiliza con la fundación del Partido Revolucionario Cubano, rector ideológico de la guerra y el periódico Patria en 1892.

   Ambos le sirvieron como instrumentos de gran potencial para organizar la última contienda libertadora, al trabajar todo el tiempo por la unidad de todos sus compatriotas afines a la liberación, dentro y fuera de Cuba, y combatir las ideas anexionistas y otras debilidades por las cuales fuera al traste la primera campaña insurreccional (1868-1878).

   Martí también concibió el proyecto de hacer de esta una nueva nación que cumpliera el ideal de justicia: “Con todos y para el bien de todos” y al mismo tiempo contribuir con la independencia a impedir afanes hegemonistas foráneos.

   Estudió a conciencia desde su juventud las debilidades y fortalezas de la contienda inicial y otras etapas fugaces encaminadas a la emancipación y no quería que se repitieran los defectos que minaron esos procesos, que llevaron a la frustración de sus objetivos.

   Su labor entonces no solo fue movilizadora y centrada en la logística y armamentos, lo cual cumplió; además, era política e ideológica, con una integralidad no vista y cumplida de manera clandestina, con un enfrentamiento en suelo ajeno a la persecución policial y de agentes secretos pagados por España.

   Hizo énfasis en que la guerra no debía ser una acción dominada por la cólera, sino un proceso breve y eficaz para ganar los derechos universales correspondientes a un pueblo libre y soberano.

   Antes del arribo de Martí y Gómez se produjo otro hecho connotado con la llegada del Lugarteniente General Antonio Maceo y los generales Flor Crombet y José Maceo el primero de abril, quienes desembarcaron en la playa cercana a Duaba, sur de Oriente, en la goleta Honor, para honrar sus compromisos con Martí y Cuba.

   Poco después Gómez, en su arenga inicial ante las tropas, dijo: “¡Soldado! Llegaremos hasta los últimos confines de occidente, hasta donde haya tierra española, allí se dará el Ayacucho cubano”.

   Tras el desembarco de Martí, el mando militar reunido le otorgó el cargo de mayor general del Ejército Libertador. Algunos miembros de las tropas ya lo concebían con el futuro cargo de presidente de la Cuba Libre por la cual se combatía y así lo interpelaban.

   Él siempre dejó claro preferir el término de Delegado para denominarlo. Nadie imaginaba que caería en su primer combate el 19 de mayo de 1895.

   Pero José Martí conocía los riesgos, y los asumía con coraje y honor, de lo cual dio testimonio escrito en su carta inconclusa a su amigo mexicano Manuel Mercado, además de hacerlo con sus acciones. Cayó de cara al sol, como también evocara en otro poema de sus versos sencillos.