El apoyo internacional de la juventud y las ideas del Comandante en Jefe Fidel Castro cimentaron el origen en 1972 del campamento agrícola Julio Antonio Mella, cuyas instalaciones en Caimito alojaron a más de 100 mil amigos procedentes de numerosas naciones organizados en Brigadas de Trabajo Voluntario y Solidaridad con Cuba.
Los brigadistas cumplen programas facilitadores de intercambios con los cubanos en las comunidades, centros de trabajo, educativos y asistenciales, durante los cuales comparten labores agrícolas, conferencias sobre la actualidad nacional y visitas a lugares de interés histórico, cultural y científico.
Décadas atrás la Federación Mundial de Juventudes Democráticas (FMJD) lanzó una convocatoria para viajar a Cuba a construir una escuela, y tuvo la respuesta de 160 organizaciones juveniles y más de 200 muchachos de 28 países, a quienes alojaron en un rudimentario campamento de madera levantado con ese fin.
El objetivo del colectivo era terminar, en solo unos seis meses, el centro educacional conocido como Ceiba 7, en saludo al aniversario del 26 de julio. El propósito fue apoyado por el Comandante en Jefe quien prometió que, de lograrse la meta, asistiría a la apertura.
En horas de la madrugada del 30 de julio de 1972, Fidel inauguraba la escuela –que llevó el nombre del luchador comunista búlgaro Jorge Dimitrov– y calificó el gran esfuerzo realizado como un símbolo de la solidaridad de la juventud internacional y revolucionaria del mundo con Cuba y su Revolución. Sugirió que se mantuviera la brigada, aunque con otros miembros y se sucedieran reemplazos, a la vez que se pronunció por el desarrollo de otras agrupaciones similares.
El campamento donde se alojaron aquellos jóvenes se mantuvo con el nombre de Julio Antonio Mella, hoy mejoradas las condiciones de sus instalaciones y con más de 300 capacidades.
Activistas, militantes políticos, trabajadores, estudiantes, miembros de organizaciones políticas, sociales, de movimientos populares o sencillamente personas de buena voluntad de naciones de todos los continentes se sumaron a las Brigadas de Trabajo Voluntario y Solidaridad con Cuba, mediante grandes esfuerzos económicos para viajar, desafiando amenazas y asumiendo riesgos.
Llegan al país por amor a su pueblo, unidos en defensa de la Revolución, comparten tiempo de sus vidas, obvian las dificultades materiales que puedan presentarse, y aportan su trabajo en labores agrícolas…
Son generosas demostraciones de respaldo que los cubanos agradecen infinitamente recibiéndolos con mucho cariño, y se reconocen como hermanos y luchadores contra la injusticia y en apoyo a todas las causas justas de los pueblos, a favor de la paz.
No son pocos los brigadistas que, vinculados con la defensa de la verdad de Cuba y su gran amor por ella, solicitaron que sus cenizas queden sembradas en la tierra solidaria del Campamento. A ellos se les rinde permanente homenaje.
