El Tercer Congreso Nacional Obrero, realizado del 2 al 7 de agosto de 1925 en Camagüey, marcó un hito en la historia del movimiento sindical cubano al anunciar en su sesión final la creación de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) -valga la redundancia-, decisión tomada por representantes de 82 organizaciones afines del país.
Su líder Alfredo López remarcó la impronta destacada en aquella reunión trascendental, que si bien no pudo excluir algunas manifestaciones aisladas de matiz anarcosindicalistas, hizo prevalecer la unidad de los obreros, una voluntad que en lo adelante acompañaría a la CNOC.
La certera línea de López influyó de manera puntual en la toma de acuerdos a favor de la clase obrera depauperada y muy mal retribuida, con esenciales derechos por conquistar, motivadores de su ingente lucha.
Esas banderas unitarias ondeadas entonces prevalecieron hasta llegar en 1939 a una nueva etapa en la cual la Confederación se disuelve y nace la Central de Trabajadores de Cuba (CTC).
La CNOC tiene el mérito histórico relevante de haber encabezado el combate ideológico y de acciones más corajudas contra la tiranía del sanguinario Gerardo Machado, quien afianzado en el poder desde el propio año en que se creó la entidad obrera (1925) fuera derribado por una oleada popular por la llamada Revolución del 33.
Es irrefutable que la Confederación organizó las movilizaciones populares con el respaldo del Partido Comunista, fundado por Julio Antonio Mella y Carlos Baliño, en 1925, con despliegue de fuerzas dirigidas más adelante por el brillante poeta Rubén Martínez Villena.
Volviendo a los días iniciales de la organización y a su incansable líder Alfredo López, antes de llegar a ella ya el sindicalista había batallado en la Federación Obrera de La Habana (FOH), creada por él.
Todos los que participaron en la fundación de la Confederación recordaron siempre la lectura de un telegrama enviado por Julio Antonio Mella, que anunciaba la noticia de la prohibición gubernamental al desembarco de los tripulantes del barco soviético Vátslav Voróvsky en las riberas cubanas.
Ya fondeado en la bahía de Cárdenas el buque se ocupaba del trasiego de un cargamento de azúcar, conveniado. Mella desplegó toda su solidaridad a favor de la noble causa del pueblo soviético.
Como organización abarcadora y unitaria hay que subrayar que la CNOC incluyó en sus huestes a socialistas, comunistas, reformistas y anarcosindicalstas.
Desde los comienzos el dictador Gerardo Machado y sus acólitos enfilaron su artillería pesada contra la Confederación, utilizando a agentes como Eduardo Machado Gómez, quien empleó la llamada Federación Cubana del Trabajo (FCT), para dirigir gremios excluyentes con trabajadores marítimos y portuarios que respondieran a intereses contrarios al movimiento obrero y a favor de la oligarquía dominante. No solo emplearon los mecanismos abiertos de la represión, sino también la solapada subversión hoy igualmente manejada por los manipuladores de las masas.
Rubén Martínez Villena, intelectual de lustre y patriota raigal, redactó para la CNOC un programa opuesto al accionar de Machado Gómez, de enfoque reivindicativo, que reflejaba las verdaderas motivaciones y objetivos de lucha de todos los frentes obreros congregados.
Convertido en asesor de la central sindical, Martínez Villena pasó muy pronto a ser el máximo dirigente de la organización tras el asesinato de su fundador, perpetrado por esbirros de Machado desde las mazmorras del Castillo de Atarés, luego de terribles torturas,
Por la filiación política de Villena ello favoreció aún más la unidad con el Partido Comunista, del cual el poeta fue militante entregado hasta su temprano fallecimiento debido a la tuberculosis en 1934.
No solo se vinculó al partido de la vanguardia política, sino también a otros sectores como la intelectualidad patriótica, juntos se opusieron y condenaron la prórroga de poder emitida por Gerardo Machado.
Unida estrechamente al Partido Comunista, la CNOC organiza y conduce la huelga general del 20 de marzo de 1930, la de mayor alcance desplegada hasta entonces por los obreros cubanos. Con esta exigían revocar las medidas impuestas por el gobierno para ilegalizar la Confederación Nacional y la entidad de La Habana, y la libertad de los obreros encarcelados por ser “huelguistas”.
Una notable persecución, acompañada de terribles escarmientos que llegaron hasta crímenes salvajes, se desató tras el fracaso de la huelga general de marzo de 1935, dos años después de la caída de Gerardo Machado y el aborto del Gobierno de los Cien Días que lo sucediera con el cumplimiento de un programa progresista gracias al extraordinario Antonio Guiteras Holmes.
La violencia institucional que campeaba hizo aprobar la Ley de Sindicalización, emitida por la Secretaría del Trabajo, ratificadora de todas las disposiciones represivas vigentes, lo cual en la práctica anulaba el derecho de huelga.
El IV Pleno de la CNOC, llevado a cabo de forma clandestina en julio de 1935, defendía a capa y espada la unidad en un solo frente popular antiimperialista, y el rechazo a las elecciones generales promovidas por el gobierno de Carlos Mendieta Montefur, como temas medulares.
No quedó más opción que acogerse a esa legalidad forzada por los poderosos, pero con las organizaciones trabajando con un concepto: defender la unidad.
En marzo de 1937 se convocó la Primera Conferencia Provincial de Unidad Sindical, con sede en Santiago de Cuba, donde participaron sindicatos independientes, afiliados a la CNOC y representantes de sectores importantes.
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Más adelante la CNOC se declaró disuelta en el congreso de constitución de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), efectuado en los días del 23 al 28 de enero de 1939, la que en 1961 pasa a ser la Central de Trabajadores de Cuba.
La actual organización que sigue uniendo y vertebrando la razón de ser de todos los trabajadores cubanos, defensora de la justicia y la Patria, es heredera legítima de la obra realizada en tiempos gloriosos por la CNOC. (Marta Gómez Ferrals, ACN)