Inspirador de los triunfos del deporte cubano en los últimos 50 años, Fidel Castro Ruz mostró desde joven su pasión por los deportes, entre ellos el baloncesto, disciplina que le gustaba practicar en su tiempo libre.
El Líder de la Revolución Cubana, como hombre de pueblo con alma de deportista, estuvo en todo momento cercano a los atletas de una pequeña isla que, poco a poco, se hizo gigante en el escenario competitivo internacional.
A propósito de su cumpleaños 90, el próximo 13 de agosto, la ACN dialogó con una gloria del baloncesto en Cuba, Tomás Herrera, quien reveló anécdotas y pasajes de la época en que ambos compartieron momentos de su vida en una cancha.
Herrera, medallista de bronce en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 y en la actualidad presidente de la Comisión Nacional de Atención a Atletas, explicó que el primer encuentro que tuvo con Fidel fue en 1966 en la provincia de Santiago de Cuba, en un terreno de béisbol.
Allí -dijo- empezaron a conformar dos equipos de pelota y no había cátcher para Fidel, entonces me brindé para jugar esa posición e incluso me felicitó por la forma en que mascoteaba como receptor. Eso causó mucho impacto en mí, apuntó.
Al año siguiente -agregó- soy captado para la selección nacional juvenil, participo en los IV Juegos Escolares y me escogen para la ESPA Nacional. Desde ese momento comenzamos a jugar prácticamente todas las noches en la Ciudad Deportiva con un grupo de dirigentes de la Revolución.
Ahí se enfrentaban el equipo juvenil de baloncesto y Cañeros, que era el de los dirigentes; esa experiencia fue para mí una extraordinaria enseñanza, expresó con orgullo el ex baloncestista.
Luego participaría en 1968 en los Juegos Juveniles de la Amistad con sede en Minsk, competencia en la que ganamos la medalla de bronce, solo por detrás de la Unión Soviética, que conquistó el título, y Yugoslavia que alcanzó el segundo lugar.
En ese torneo, sostiene Herrera, me seleccionaron como el defensa más destacado y me dieron de obsequio un sputnik, muy parecido a una cajita de música, que se lo entregaría a Fidel ya de regreso a Cuba.
Posterior a los Juegos Olímpicos de 1968, integró la selección nacional y siempre los invitaban a jugar con Fidel, quien, además, se preocupaba mucho por mejorar los resultados del elenco cubano, confesó el otrora jugador.
Según Tomás, conocido por todos como El jabao, el Comandante impresionaba por su inteligencia; prueba de ello es que en una ocasión le preguntó a Carmelo Ortega, director técnico del equipo: ¿qué tenemos que hacer desde el punto de vista técnico para aplicar la guerra de guerrillas en el baloncesto?
Y entonces Carmelo le respondió que aplicar un sistema de presión en toda la cancha los 40 minutos de juego.
Eso -afirmó Herrera- transformó la estrategia de ese deporte porque en el mundo nadie lo hacía, sin dudas fue un aporte significativo promoido por el Comandante al baloncesto, lo que unido a su preocupación por la preparación y otras cuestiones ayudó a que la Isla mejorara su nivel en el básquet masculino.
Para esa generación de atletas que compartimos con él cada noche, muchas veces después de las 11 o las 12, fue un privilegio recibir sus enseñanzas, conocer de sus actividades del día e incluso enterarnos de sus planes para el fin de semana, señaló.
Ya en la cancha, generalmente jugábamos dos tiempos corridos de 40 minutos, añadió.
¿Qué le llamaba más la atención de Fidel cuando estaba en la cancha?
Bueno mira, Fidel no se caracterizaba por ser un gran defensor, pero era muy activo, penetraba mucho y llegó a desarrollar habilidades en el tiro al aro, y sobre todo en el momento en que el partido se complicaba más él asumía la responsabilidad de decidir el juego.
Te digo que jugaba con pasión, había ocasiones en que a mí me tocaba jugar en el equipo contrario al suyo y encima de eso me tocaba ser el defensa que lo marcaba.
A veces yo me le adelantaba, aprovechaba un giro que hacía y le robaba el balón, entonces al finalizar el encuentro me llamaba para preguntarme cuál era el error que había cometido, eso demuestra el interés que tenía por hacerlo todo bien.
¿Jugaban solo para entretenerse o iban en serio por la victoria?
Primero te diré que era muy competitivo, a él no le gustaba perder y siempre luchaba por la victoria, pero en realidad el objetivo del juego era recreativo, desconectar un poco porque la carga de trabajo del Comandante era muy fuerte, y solo en ese horario de la madrugada tenía tiempo para el esparcimiento.
¿Esa experiencia de haber jugado baloncesto con Fidel marcó su vida como atleta?
Seguro que sí, como atleta y persona. Esa experiencia desarrolló un sentido de responsabilidad y compromiso superior con Fidel, con el pueblo, con mi familia y la Revolución. Y eso hace que me sienta orgulloso porque nunca me tuvo que hacer una crítica y sí me apoyó mucho con sus sabios consejos.
¿Alguna anécdota que recuerde de manera especial aquella etapa de su vida?
Tengo muchas, pero contaré una asociada a un torneo de segunda categoría en el que participó el equipo los Cañeros, en el que jugaba Fidel. Como yo era atleta de la selección nacional, no podía estar en esa competencia y a él se le ocurre ponerme como entrenador.
Tu misión -afirmó- será poner orden y al final dirigimos el equipo los dos. Entonces en uno de los juegos, con la Ciudad Deportiva llena de público, se acerca y me dice que se sentía más nervioso que cuando iba a dar un discurso en la Plaza de la Revolución.
Le respondo: descuide Comandante, eso se le quita en cuanto usted meta la primera canasta. Empieza el partido, anota sus primeros puntos y me dice tú tenías razón, ya superé el nerviosismo.
En definitiva los Cañeros ganaron ese torneo con el liderazgo de Fidel y tuve el privilegio de estar junto a él, no como jugador, pero sí como parte de su colectivo, jamás olvidaré esos momentos, puntualizó Herrera.
Después -rememoró- seguiríamos jugando hasta 1970, siempre que él podía debido a sus ocupaciones, y esos años fueron para mí muy especiales porque Fidel es la obra de la Revolución, el líder que ha estado vinculado a los éxitos de Cuba en cada una de las esferas, y por supuesto el deporte no ha sido la excepción.
Y te cuento más, tengo las postales de fin de año que me manda desde aquella época hasta hoy, las guardo todas porque son para mí un estímulo y una reliquia histórica. Sin dudas, es una inmensa alegría que el baloncesto haya unido mi camino a un hombre tan grande, concluyó Tomás Herrera.
Manuel Asseff Blanco
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16 Junio 2016
16 Junio 2016
hace 8 años