A 150 años del cruce de la Trocha de Júcaro a Morón, a cargo de fuerzas del Ejército Libertador bajo el mando del Generalísimo Máximo Gómez Báez el 6 de enero de 1875, de sur a norte en la planicie camagüeyana, el suceso sigue dando lecciones acerca del poder del ingenio y el coraje, cuando un pueblo está dispuesto a combatir por sus ideales, aun en medio de condiciones objetivas muy retadoras.
Testimonios sobre la acción, una de las asombrosas cargas al machete dirigidas por el general de origen dominicano, refieren que el poderoso destacamento de la metrópoli estaba bien equipado, pero casi no tuvo tiempo de hacer las señales de la cruz ante el paso arrollador de la caballería de unos mil patriotas isleños. Y la cifra de los hispanos acantonados en el predio posiblemente los quintuplicaba.
Con ello, el experimentado soldado y jefe militar que fue Gómez demostraba una vez más que no era locura pensar que la guerra podría extenderse a occidente, región donde descansaba el aparato del poder político y económico de la metrópoli y había un desarrollo agrario y de la industria que abastecía al poder del colonialismo.
Desde el comienzo de la Guerra de los Diez Años, iniciada por Carlos Manuel de Céspedes en 1868, Gómez se encaminó hacia el objetivo de expandir el fuego liberador al occidente y desde el inicio de la construcción de la Trocha de Júcaro a Morón muchos destacamentos, exploradores y mensajeros de los cubanos alzados habían burlado eficazmente ese sistema de fortificaciones y aprendido a conocer sus puntos más vulnerables.
Nada menos que el famoso Capitán General de la Isla, el español Blas de Villate y de la Hera, Conde de Valmaseda, concibió la creación de esa franja precisamente para impedir que los insurrectos sobrepasaran los límites del escenario principal, como se sabe, el oriente del país.
Quería Gómez llevar la lucha a la zona central y a la capital cubana y así llegar al corazón de los coloniales en Las Villas, más allá de Camagüey y las prometedoras comarcas de Matanzas, La Habana e incluso Pinar del Río.
No era un sueño romántico el del jefe mambí, pues los combates por la independencia estaban también urgidos de recursos que en ese lado de la geografía cubana y era imperioso arrebatárselos al enemigo, incluyendo vituallas, medicinas y armamentos.
En los territorios de esas provincias comenzaron a conocer las vertiginosas cargas al machete del genio del combate que era el prócer, así como el uso de las teas o antorchas incendiarias, en incursiones en las cuales se forjaron figuras, entre ellas Antonio Maceo, Calixto García y otros.
Desde la muerte en combate del legendario Ignacio Agramonte, en 1873, el estratega dominicano comprendió que había llegado el momento de ir por más para alcanzar los objetivos.
La citada Trocha era suerte de franja que atravesaba la Isla en una de las partes más estrechas y llanas, con unos 60 kilómetros de extensión de Júcaro a Morón, defendida por 17 fuertes y 16 fortines y una guarnición de cinco mil hombres.
Contaba con un moderno armamento y 10 piezas de artillería que se movían a lo largo de la fortificación por ferrocarril.
Máximo Gómez era, pues, desde 1873 jefe del Tercer Cuerpo de Ejército y del Departamento del Camagüey y Las Villas, lo cual favoreció el inicio de una tenaz ofensiva que concretó combates exitosos incluso en zonas situadas más al oriente como Las Tunas.
Con tal desempeño todo podría haber conllevado a una evolución positiva de la primera contienda libertaria cubana, pero corrientes negativas como la falta de unidad, el caudillismo, la aparición de tendencias anexionistas, las intrigas y la traición, la falta de recursos acabaron por lastrar al gran movimiento patriótico y llevar ese intento glorioso a la capitulación, en 1878.
El cruce de la Trocha es un símbolo que se despliega como bandera y clase magistral sobre estrategias de la lucha popular, más, cuando su repetición por otros jefes de combatientes en la Guerra Necesaria iniciada por José Martí en 1895 demostró su valía, en ese mismo lugar y en la Trocha situada de Mariel a Majana, en el extremo más occidental. Nada es imposible si se tiene la decisión de vencer, compatriotas. (Marta Gómez Ferrals, ACN)