Como constructor de la Patria nueva creció la leyenda tejida por Raúl Castro Ruz, al ser General de un ejército con brazo de acero en defensa del cielo y suelo soberano de la nación, y hoy a 66 años de la epopeya de enero de 1959 sigue en la pelea con su convocatoria de que “sí se pudo, sí se puede y sí se podrá”, garantizando con su proverbial ejemplo la continuidad de la Revolución.
Y no ha bajado los pies del estribo el líder de la Revolución cubana que este 3 de junio está cumpliendo 94 años de vida y de gloria, y recibe merecidamente el cariño, la admiración y el respeto del pueblo que ha hecho suyo su pedido de cuidar el espíritu unitario como la niña de los ojos, en aras de salvaguardar la libertad que tanta sangre, heroísmo y sacrificio ha costado.
Cuba ha tenido la prerrogativa histórica de contar en la última etapa de contienda libertaria con un adalid de la estirpe de Raúl, quien, como heredero de las ricas tradiciones de lucha del pueblo, asumió con altura ética y revolucionaria el ideario de Fidel y el legado de los próceres de la independencia de la Patria y de la América nuestra.
Haber sido protagonista de épicas como el arrestado asalto al cuartel Moncada y la corajuda expedición del yate Granma, además de ser guerrillero de la Sierra Maestra y fundador del II Frente Oriental Frank País lo colocan en un sitio de privilegio en la historia de Cuba; pero Raúl hizo mucho más, siempre al lado de su hermano y guía.
“Ser hermano de Fidel es un privilegio. Siempre fue, desde la infancia, mi héroe, mi más cercano compañero”, expresó en una ocasión el General de Ejército como expresión de cuán inseparables eran, del inmenso amor y cariño que le profesaba y el respeto y admiración que siempre despertó en él el Comandante en Jefe.
Los cubanos son realmente afortunados de contar con un compatriota de tan recia estirpe, recto y sensible, sempiterno defensor de la paz y la solidaridad entre los pueblos, convencido de que un mundo mejor es posible, igual que Fidel, y el cual ha demostrado con los hechos ser un hombre de palabra, de ley, el más fidelista de los hijos e hijas de esta tierra irredenta.
Juntos escribieron una aleccionadora página en la historia patria desde la gesta del Moncada, el 26 de julio de 1953, integrando la intrépida tropa de la Generación del Centenario; en la prisión fecunda, afilando el temple y moldeando los sueños; en el exilio, en el viaje a México para preparar la expedición del Granma, con el propósito de en 1956 ser libres o mártires.
Compañero de armas al lado del líder rebelde en el bautismo de fuego de Alegría de Pío, y luego del hostigamiento enemigo, la dispersión y varios días de caminata por la desconocida sierra el reencuentro, en Cinco Palmas, para sellar en un abrazo y los siete fusiles reunidos el compromiso de Fidel: ¡Ahora sí ganamos la guerra!
Y ante cada paso se acentuaban las lecciones de valor y optimismo, como premisa insoslayable del pensamiento del Comandante en Jefe, quien enseñó a nunca rendirse aun en las más adversas condiciones, a convertir el revés en victoria y a mantener la fe infinita en el triunfo. Y nunca faltó la protección, la pasión de uno por el otro.
Ninguna situación hostil menguó jamás su espíritu de lucha, con ese empuje característico siguió al hermano jefe, se nutrió de su hidalguía y lo apoyó incondicionalmente hasta que juntos conquistaron el enero glorioso de 1959 para edificar la Patria nueva soñada por José Martí, tiempos en que los dos adalid herederos de la estirpe mambisa lo dieron todo.
Entre sus obras más notables está la forja y liderazgo del II Frente Oriental Frank País, primordial en los objetivos de la guerra de liberación nacional, donde mostró sus dotes de pelea y mando y se enamoró de la hermosa guerrillera Vilma Espín, la madre de sus cuatro hijos que lo convirtió en un padre y abuelo muy amoroso y dedicado.
Un capítulo concluyente en su vida son las Fuerzas Armadas Revolucionarias, de las que fue Ministro por casi 49 años, las cuales crecieron alimentadas de las tradiciones de lucha y años de duras batallas, libradas con inteligencia y audacia. Ante su proverbial capacidad para salvaguardar la nación, se han estrellado las más asombrosas maniobras del imperialismo yanqui.
Como Segundo Secretario del Comité Central del Partido y Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y Ministros dejó una huella trascendente en el proceso revolucionario, después de 1959; no puede contarse la historia más reciente sin hablar de su papel como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros y Primer Secretario del Partido en la conducción de los más importantes procesos de cambios para actualizar y perfeccionar el modelo socialista cubano de las últimas décadas.
Con el Santiago heroico, del Moncada, del 30 de Noviembre y del entrañable líder clandestino Frank País ha tenido un vínculo afectivo e histórico íntimo, especial; a la legendaria ciudad venía en los momentos de celebraciones, pero en los días de apremios, como cuando el huracán Sandy azotó el territorio en 2012, ahí también estuvo Raúl.
Acompañó a su gente rebelde y hospitalaria en el aniversario 65 del Día de la Rebeldía Nacional, en 2018, cuando enunció: “Por difíciles que sean las circunstancias, por grandes que sean los desafíos, nuestro pueblo defenderá por siempre su Revolución Socialista”. Y fue protagonista singular del aniversario 65 del triunfo de la Revolución, cuando convocó a cuidar la unidad como principal fortaleza.
Palabras de admiración le dedicó a su líder. En especial, aquellas en las conclusiones de la sesión constitutiva de la VII legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 24 de febrero de 2008: "Fidel es Fidel, todos lo sabemos bien, Fidel es insustituible y el pueblo continuará su obra cuando ya no esté físicamente. Aunque siempre lo estarán sus ideas, que han hecho posible levantar el bastión de dignidad y justicia que nuestro país representa."
Con la partida a la eternidad del Comandante en Jefe, quedó en su lugar su más fiel y experimentado discípulo, quien desde su singularidad ha mantenido viva la fuerza de la Revolución, enseñando, forjando, abriéndole paso con seguridad a la continuidad creadora de las nuevas generaciones para garantizar la soberanía de la Patria.