El primer dia de mayo se resiste a pasar inadvertido. Ni la lluvia pudo contra lo que es historia, solo que esta vez sombrillas -también multicolores- se sumaron a carteles, pancartas, adornos…
Así ocurrió en La Habana, que amaneció lluviosa pero cientos, miles de personas se alistaron desde temprano en bloque unido, que desde aquel otro primer día, pero de enero, constituye una de las maneras de defender, respetar y admirar lo que somos y lo que tenemos, de decir Sí a realidades y sueños.
Congas bajo la lluvia, danzas bajo la lluvia, sonrisas, aplausos y vítores bajo la lluvia, en un jubileo de niños, jóvenes, ancianos, hombres de trabajo, mujeres doblemente laboriosas, y muchos amigos solidarios de tantas partes del mundo que escogieron a esta nación del Caribe para celebrar la fiesta proletaria.
Como en todo el país marcharon apurados pero serenos y seguros. No hay policias que agreden, ni palos que golpean por exigir dignidad, empleo, educación o salud. La tranquilidad ciudadana y esos derechos, hace tiempo ganados, son de las razones que defienden.
Saben que la obra construida no es perfecta, que hay mucho por andar, hacer y enderezar, pero marchan, asidos a su presente y sobre todo vigilantes de su futuro, porque nadie vendrá aquí a escamotear una victoria de más de 50 años. Así son los cubanos.
Muchos no entienden este poder de convocatoria, cómo ni por qué desafian la lluvia en el Occidente o el sofocante calor del Oriente. Piensan que andan obligados por algo o alguien.
Pero se equivocan. No saben que el Primero de Mayo es siempre fiesta, una fiesta que se vive desde el corazón, ahí donde laten mil razones para querer a Cuba.
Tras el desfile el Sol iluminó a La Habana. La naturaleza sigue haciendo de las suyas, y los cubanos desafiándola como desafían, hacen más de medio siglo, un injusto bloqueo imperial.
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