En el Senado de Estados Unidos, el 13 de marzo de 1925 se logró la aprobación del Tratado Hay-Quesada que establecía la soberanía de Cuba sobre Isla de Pinos, empeño que llegó a feliz término con el liderazgo de Cosme de la Torriente y Peraza, entonces Embajador cubano en ese país.
El excoronel del Ejército Mambí, natural del municipio Jovellanos en la provincia Matanzas, dio un nuevo impulso al reclamo que en un primer momento asumieron el Movimiento de Veteranos y Patriotas, la sociedad civil y los estudiantes, liderados por Julio Antonio Mella, en fuerte oposición a las pretensiones anexionistas del gobierno norteamericano, tras la firma del Tratado de París el 10 de diciembre de 1898 que estipulaba el fin de la guerra hispano-estadounidense.
Ante la arbitraria postura del Congreso de EE.UU. que no ratificó convenientemente hasta 1925 el Tratado Hay-Quesada que reconocía a Isla de Pinos como territorio cubano, acuerdo firmado en 1904 por el Secretario norteamericano de Estado y Gonzalo de Quesada y Aróstegui, Ministro Plenipotenciario de Cuba en la nación norteña, se desarrollaron sucesivas manifestaciones de lucha y resistencia.
José Rolando La Rosa Cabrera, historiador matancero, explicó que la postura estadounidense estuvo respaldada por la Enmienda Platt, el Tratado Permanente y el de Bases Navales y Carboneras que privaban a los cubanos de un territorio en Guantánamo que aún permanece ocupado por Estados Unidos.
La Rosa Cabrera argumentó que al no reconocer oficialmente el Tratado Hay-Quesada el gobierno del presidente Tomás Estrada Palma, aupado por el apéndice de la Constitución de 1901, pretendía emplazar colonos norteamericanos en Isla de Pinos, convertirlos en mayoría poblacional y luego reclamar la posesión para La Unión.
El creciente sentimiento antimperialista, la presión pública a favor de la pequeña ínsula y la evidente ausencia de recursos legales por la parte norteamericana, impulsaron la disputa que tomó un nuevo rumbo con la aprobación por el Senado Cubano, en 1923, de la Ley que elevó a la categoría de Embajada la oficina diplomática que Cuba tenía en Washington.
Ernesto Álvarez Blanco, historiador e investigador matancero, explica que el presidente de la República Alfredo Zayas designó para la tarea de embajador al veterano mambí Cosme de la Torriente, quien se encontraba en Francia y se convirtió en el primer cubano en asumir el cargo.
Su gestión en el Congreso contó con el respaldo en Cuba del Comité Pro-Isla de Pinos que se creó a inicios de 1924 y la postura revolucionaria de los intelectuales Emilio Roig de Leuchsenring, Fernando Ortiz y el matancero Juan Gualberto Gómez Ferrer, periodista y líder afrodescendiente que se pronunció contra la Enmienda Platt en 1901.
Reconocer a Isla de Pinos como parte de la mayor de las Antillas trasciende dentro de los esfuerzos que revolucionaron la diplomacia, el movimiento estudiantil y la población cubana en las primeras décadas del siglo XX cuando comenzaron a manifestarse los sentimientos de patriotismo y antimperialismo ante el nuevo régimen dictatorial.
Al decir de Álvarez Blanco, la ratificación del Tratado Hay-Quesada o Isla de Pinos 21 años después constituyó uno de los días más felices para quien logró flexibilizar las tensiones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos.
A 100 años de este triunfo del pueblo cubano vale recordar las capacidades de Cosme de la Torriente para el diálogo justo y equilibrado en un contexto donde se manifiestan posturas arbitrarias hacia Cuba, con carácter unilateral, emitidas desde la Casa Blanca.