El Lugarteniente General Antonio Maceo y sus tropas libraron 14 enfrentamientos de abril a junio de 1896 ante el ejército español en Lomas de Tapia, sitio de la geografía de Pinar del Río enclavado en la Sierra del Rosario, y a poca distancia del poblado de Cabañas, hoy en la provincia de Artemisa.
Luego de concluida la Invasión a Occidente, el Titán de Bronce regresó a territorio vueltabajero empeñado en mantener su cuartel general en Tapia, frente a las favorables condiciones topográficas por estar situado al este, cercano a poblados significativos y a la costa, y en una zona montañosa idónea para la defensa con escasos hombres.
La decimotercera batalla, el 23 de junio, ocasionó la herida número 24 en el cuerpo de Maceo, esta vez en su pierna izquierda. Tras el impacto de la bala lo condujeron en una camilla improvisada hacia un lugar seguro para proceder a la primera cura.
Pese a su condición, el Lugarteniente General no dejó de dirigir las acciones hasta el cese del fuego al anochecer, mientras las fuerzas mambisas tuvieron cinco muertos y 24 heridos.
Según consta en documentos históricos, unos 10 batallones de la compañía de González Muñoz aparecieron en el camino de Manuelita, e inmediatamente se dio la voz de alarma en el campamento insurrecto.
Lechuza, Manuelita, Guasimal, Loma Verde y Tapia fueron las posiciones ocupadas por los jefes mambises y sus hombres. Maceo no se encontraba en el campamento en el comienzo de la ofensiva, pero a su llegada ocupó un puesto en la línea de avanzada de los tiradores, centro de los disparos adversarios.
En todo el escenario de Tapia se mostró resistencia, así como en algunos lugares aledaños por donde avanzaba el enemigo. El Titán poseía huestes diezmadas y tuvieron que retirarse rumbo a la loma del Flamboyán.
Dos oficiales lesionados y 10 soldados graves, registraron los españoles en su reporte, como resultado de las acciones de los días 20, 21 y 23.
Otros 13 combates libraron los criollos en Lomas de Tapia desde el 14 de abril hasta el 24 junio, fecha en que retomaron el enfrentamiento de la jornada precedente y detuvieron la ola de destrucción de rancherías y sembrados de los colonialistas antes de abandonar el sitio.
Los insurrectos nunca superaron en cifra a sus contarios, pues no sobrepasaron los 250 hombres aptos para la lucha, factor que no limitó la defensa de las posiciones y el ataque en muchas oportunidades.
Antonio Maceo denominó al conjunto de pugnas desarrolladas en esa región “peleadero de Tapia”, y una vez más demostró la importancia de aprovechar las características del terreno para asumir el embate de tropas superiores en personal y armamentos.
El general y periodista José Miró Argenter expresó en una ocasión que los combates culminaron “por cansancio de unos y otros”, lo que sin dudas evidencia el valor de las tropas cubanas y también de las españolas, capaces de disputar hasta las últimas fuerzas.
A un siglo de los sucesos, los pinareños evocan el arrojo del Lugarteniente General, quien en su segunda estancia en la provincia supo levantar las banderas independentistas como en la Invasión a Occidente, considerada por muchos la hazaña militar más importante del siglo XIX.