El misterio sobre la existencia del Carpintero Real en Cuba agudiza los sentidos de los ornitólogos entre los cuales se intercambian rumores de la presencia de esa majestuosa ave en las montañas de la Sierra Maestra, donde lo avistaron por última vez de manera oficial en la década de los años 80 del siglo pasado.
Según la especialista de la Empresa para la Protección de la Flora y la Fauna, doctora Xiomara Gálvez, hay muchas posibilidades de que algún ejemplar pueda encontrarse en esa zona cubana.
Gálvez precisó que en los años 90 se descubrieron evidencias del Campephilus principalis bairdil, nombre científico de la especie, en la mencionada serranía, aunque expediciones organizadas para localizarlo no lo vieron ni escucharon.
Sin embargo, la experta argumenta sobre la probabilidad de cambios en las costumbres y hábitos del ave, porque esos indicios de su presencia los localizaron a alturas de unos 500 metros y puede ser que, por la invasión humana, el Carpintero Real haya subido a altitudes mayores, apuntó.
La existencia del ave en la oriental cadena montañosa cubana se convirtió en una sorpresa para los conocedores del tema, toda vez que nunca antes hubo reporte alguno de vida del ejemplar en ese macizo.
Como atracción para aquellos que prefieren la observación de aves, el Campephilus principalis bairdil pudiera canalizar el interés de interesados en ver a la especie en su hábitat natural o adaptado.
Extinto en los primeros años 20 del siglo pasado en Estados Unidos, México y Canadá, la leyenda del ave va tomando un interés inusitado en los especialistas por las características de ese animal.
Se estima que sus dimensiones de unos 50 centímetros de altura, la colocan entre las mayores proporciones en el universo de la avifauna, pero sobre todo entre las primeras de una familia de aves con más de 200 especies.
Dispersos en todo el planeta, a excepción de Australia, los pájaros carpinteros suelen tener costumbres solitarias y andan en cualquier sitio donde hay árboles, incluidos los de los bosques lluviosos y hasta los de los parques de las ciudades, de ahí que en algunos casos la presencia humana no les es ajena.
Pero con el Rey de los Carpinteros, el hombre ha sido su peor enemigo con la tala indiscriminada, la quema de bosques y la depredación de la capa vegetal para construcciones, cultivos y obras ingenieras.
Hay otra ave extinta cuyo nombre científico es Campephilus Imperialis, en razón de su tamaño, que posee un cuello y una cresta largos, que vivió en la azteca Sierra Madre Occidental, y aventaja en dimensiones al protagonista de esta historia.
Las costumbres de los pájaros carpinteros son harto conocidas, en tanto que, con su pico recto y puntiagudo en forma de pincel, se dedican a cavar agujeros en las cortezas de los árboles y sus obras sirven de refugio a otras especies menos dotadas para construir sus casas.
Se alimentan principalmente de insectos que detectan mediante golpes de pico en los árboles o incluso en cactus gigantes.
Para su reproducción, requiere de extensos bosques maduros de pino, con troncos gruesos, en los cuales construye nidos y obtiene sus alimentos.
Su canto es similar al de las cornetas chinas. La cresta del macho es rojiza y negra, mientras que la de la hembra es totalmente oscura.
El desove ocurre sobre cama blanda de astillas podridas, colocada en el fondo de las cavidades. Sus huevos son blancos y brillantes.
De acuerdo con la doctora Gálvez, de comprobarse la existencia del Carpintero Real en la Sierra Maestra, resultaría un hito de la fauna cubana, ya que esa área no se define como hábitat natural de la especie.
Alentados por el descubrimiento de signos interesantes asociados con los hábitos primarios de la escurridiza ave, investigadores cubanos se dieron a la tarea de organizar expediciones para encontrarlo.
Las evidencias incluyen cavidades de dimensiones superiores a los 15 centímetros que resultan exageradas para corresponderse con otras especies de pájaros carpinteros.
Investigadores estuvieron miles de horas en un área de dos mil kilómetros cuadrados y aunque no se le ha avistado, continúa la leyenda de que el ave se trasladó a otros lugares, impulsada por necesidades de supervivencia.