Bonsái Las Tunas, un pedazo de China en el corazón de la ciudad

Bonsái es una palabra de origen japonés que significa –literalmente- “árbol en maceta de partes bajas”, un arte que surgió hace unos dos mil años en el continente asiático y que ha encontrado, en Las Tunas, espacio para “crecer” dentro del proyecto Arte y Naturaleza.
Basta llegar al Centro Cultural Huellas, en el corazón de esta urbe oriental, para notar la riqueza natural que alberga su espacioso patio interior como escenario principal del Club de Bonsái Las Tunas, oficina sui géneris en la que es común encontrar a Wilner Rondón Peña, líder de esta iniciativa.

El Club, que surgió hace ya tres años, contaba con árboles que no cumplían las características propias de este arte milenario y comenzamos a tratarlos a la forma del bonsái tradicional japonés sobre la base de tres escuelas fundamentales, la lineal al vacío, la formosa y la contemporánea, dijo en exclusiva a la Agencia Cubana de Noticias el joven naturalista.
“Éramos un grupo integrado por 10 personas de diferentes especialidades, entre ellas ingenieros agrónomos y otros miembros que tuvieran conocimientos básicos sobre el tratamiento a las plantas en estado natural, para después llevarlo a las macetas, y en especial sobre la creación de los sustratos.

Wilner habla con pausada certeza sobre la ciencia que lo ha llevado a estudiar las escuelas japonesas de bonsái, y solo cuando ya se sintió capaz de dominar los conocimientos de 18 de ellas, fue que comenzó a darle vida al proyecto que trae un pedacito del mundo oriental a esta tierra caribeña.
Las plantas, que son empequeñecidas a través de técnicas como el trasplante, la poda, el alambrado, el pinzado y otras, demandan monitoreo cotidiano y adecuada dosificación del riego, además de crear las condiciones para que el ejemplar logre una armonía con el recipiente que lo acoge, pues el bonsái se entiende como el conjunto indisociable que conforman árbol y maceta.

“Me dediqué a investigar y trabajar con los árboles endémicos cubanos, por eso uno de los grandes tesoros que conserva la institución resulta la “Hildegaria cubensis”, más conocida como Guana y que representa a Las Tunas al punto de encontrarse en el escudo de la urbe.
La Guana es endémico tunero y sus características permiten distinguirlo entre otros árboles por sus hojas en forma de corazón, sus flores amarillas y su tronco verde-amarillo, expresó Rondón Peña para luego asegurar que no es muy conocido en otras provincias cubanas y por eso lo defiende e investiga con tanto orgullo.

Para Wilner, la base para cuidar la naturaleza apunta al conocimiento y el respeto, pues una de las particularidades del Club es que no se guían por la edad de los árboles, sino por su apariencia y estado de conservación.
Además, quienes integran este proyecto fabrican con sus propias manos las macetas que luego darán abrigo a los ejemplares, una forma de afianzar el vínculo entre el arte y la naturaleza.
Talleres, exposiciones, donaciones de plantas y la capacitación constante a quienes se acercan al Centro Cultural Huellas, en pleno bulevard del Balcón del Oriente Cubano, forma parte del trabajo que desarrolla tal iniciativa, encargada también de educar a quienes erróneamente piensan que el arte del bonsái se traduce en maltrato a los árboles.
La paz que transmite disfrutar de este fragmento de la antigua China en pleno siglo XXI y del otro lado del mundo, es quizás la mayor certeza de que este arte trascendió a la historia como símbolo de la eternidad, un puente entre lo divino y lo humano, el cielo y la tierra. (Danielle Laurencio Gómez, ACN)
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