John F. Kennedy contaba con irritación que Allen Dulles, director de la CIA, le aseguró que el éxito de la invasión por Bahía de Cochinos era aún mejor que la operación de la agencia en Guatemala que derrocó al presidente progresista Jacobo Arbenz.
Al parecer, esa sería la última mentira que el hasta entonces primer espía estadounidense, le diría a un presidente porque poco después del descalabro dimitió bajo presión del mandatario.
Inclusive Dulles, inspirado en sus glorias pasadas, designó el mismo equipo contra Cuba que, en 1954, acabó con el gobierno nacionalista guatemalteco.
Aunque el desastre de la llamada Operación Pluto comenzó en su propia concepción, mucho antes de que los más de mil hombres de la brigada mercenaria abordaron sus barcos en Puerto Cabezas, Nicaragua, con rumbo a Playa Girón y Playa Larga, en el sur de la provincia de Matanzas, donde debían establecer un gobierno títere que justificaría la intervención directa de EE.UU. y sus aliados en la región.
Más allá de los propios errores profesionales de conducción de las acciones militares y de inteligencia de Dulles, su “team” y círculos de poder, fracasaron en Girón, porque no fueron capaces de comprender que se enfrentaban por primera vez en el hemisferio a una revolución popular que destruyó hasta los cimientos el poder burgués y sus instituciones represivas y era conducida por una dirección encabezada por su máximo líder, siempre al frente de su pueblo.
Mentiras y falsas ilusiones
La Organización de Estados Americanos (OEA) sirvió de pantalla a la CIA y el Departamento de Estado en sus intentos por desacreditar a Cuba como “importadora de la dictadura comunista al Continente” y crear condiciones para la agresión armada, papel que repite ese engendro del imperio contra Venezuela al utilizar el mismo lenguaje y acciones que contra Cuba.
En un clima de euforia generalizada de quienes esperaban una fácil victoria, ocurrió la partida de la Brigada invasora. El jefe de la CIA arengó a las tropas, al parecer bajo el influjo del buen ron de la región y expresó que, al llegar a tierra tomaran un jeep, avanzaran por la carretera, sacaran la mano como quien va a doblar a la izquierda y llegaran hasta La Habana.
El festejo lo completó el dictador de Nicaragua, Anastasio Somoza, que dijo a los invasores: “¡Tráiganme un pelo de la barba de Fidel!”. Para seguir con el legado de la CIA en Guatemala, los oficiales estadounidenses valoraron que la entrada en acción de aviones mercenarios sobre ciudades guatemaltecas y sus instituciones armadas, fue un factor desmoralizador en la población y sembró el terror entre muchos soldados y oficiales, quienes se plegaron al golpe.
Pero esa práctica sería adversa al imperialismo en suelo cubano, cuando llevó adelante el plan de bombardeo el 15 de abril de 1961 a las principales bases aéreas y aeropuertos mediante aviones B26 con falsas insignias de las fuerzas aéreas cubanas que partieron de Nicaragua para simular una sublevación militar interna que pocos en el mundo creyeron.
Esa primera acción fracasó en su objetivo de destruir los pocos aviones de los aeródromos y de las ocho naves invasoras más de la mitad resultaron alcanzadas y algunos posiblemente derribados por el fuego antiaéreo y EE.UU. quedó evidenciado como país agresor ante el orbe denunciado en la ONU por el canciller cubano Raúl Roa.
Pero también el malogrado ataque limitó el factor sorpresa y sobre todo en el orden político, moral e histórico, provocó una respuesta demoledora a menos de 24 horas del ataque y a 24 de la invasión.
El 16 de abril, el Comandante en Jefe Fidel Castro declaró el carácter socialista de la Revolución en el entierro de las víctimas de la agresión a Ciudad Libertad en La Habana, en un acto improvisado cercano a la entrada del cementerio Cristóbal Colón, a menos de 10 kilómetros de la base bombardeada y en el cual llamó a defender la nación bajo la consigna de Patria o Muerte, respaldado por la inmensa mayoría del pueblo cubano.
Fin de la aventura y legado de los vencedores
En ese contexto, con el país convertido en un gran baluarte de la Revolución, durante la madrugada del 17 de abril se dieron las órdenes y los mercenarios se aprestaron para el desembarco en Playa Girón y Playa Larga, donde la realidad empezó a transcurrir muy diferente a lo esperado.
El primer grupo de milicianos que encontraron en la costa no se les sumó como les prometieron, sino que respondieron con fuego y causaron las primeras bajas.
La población civil, lejos de mostrarse como víctima de la “dictadura comunista”, apoyó a las milicias y cuando bajo amenaza se les conminaba a colaborar respondían con el silencio a las propuestas.
Tampoco esperaban que desde el primer día, la supuesta destruida fuerza aérea cubana, resurgida como el ave fénix, no les daría un minuto de tregua e iniciaron sus misiones con el hundimiento de la flotilla, en la cual venía gran parte de la logística para la invasión y derribaron buena parte de sus aviones.
Pero ese era solo el comienzo del infierno en que se convirtió la entretenida aventura que les aseguró la CIA que sería la invasión, hasta la derrota final ante los combatientes del Ejército Rebelde y las Milicias Nacionales Revolucionarias.
El asalto final que tomó el último reducto de los invasores, en Playa Girón, el 19 de abril, fue dirigido por el Comandante en Jefe Fidel Castro al frente de la columna de tanques y tropas para la batalla conclusiva. En alrededor de 66 horas aplastaron la agresión y sus consecuencias políticas e históricas tuvieron un impacto global en el siglo XX que consolidó la Revolución y colmó de esperanzas a los pueblos latinoamericanos sumidos en dictaduras y gobiernos títeres apoyadas por Washington.
Sin embargo, las lecciones de esta historia parecen olvidadas por la actual administración de la Casa Blanca que se empecina en repetir los viejos errores de subestimar la capacidad de resistencia y lucha del pueblo cubano e insisten en medidas agresivas de incrementar el bloqueo económico, comercial y financiero y las amenazas de agresiones como lo han hecho durante más de 60 años.
Siempre tendrán como respuesta en cualquier terreno, otra victoria como la alcanzada en las arenas de Playa Girón aquel ya lejano y heroico 19 de abril de 1961.