La Habana, 8 mar (ACN) Ocho equipos de la categoría 11-12 años e igual cantidad de 9-10, saldrán hoy a los terrenos a disputar dobles carteleras, en la continuación del Campeonato Nacional de las Pequeñas Ligas de béisbol.
Los privilegiados que logren barridas en sus respectivos choques obtendrán sus cupos a semifinales y aquellos que terminen con una división de honores jugarán mañana un partido decisivo.
Con respecto a los conjuntos donde militan los niños de 11-12 están pactados los duelos Santiago de Cuba-Bayamo, Las Tunas-Sancti Spíritus, La Lisa-San Antonio de los Baños y Matanzas-Santa Clara, estos últimos vigentes monarcas.
Vale recordar que el titular de este torneo asistirá este mismo mes a un certamen eliminatorio del Caribe con sede en Curazao, que otorgará una plaza para la Serie Mundial 2025.
Los más pequeños (9-10) se baten en busca de un campeón que represente a Cuba en un torneo latinoamericano a celebrarse en México en el venidero mes de julio.
En esa categoría están programados los desafíos Santiago de Cuba-Granma, Las Tunas-Sancti Spíritus, Santa Clara-Matanzas y Cerro-Artemisa.
El béisbol, más que un deporte, es una pasión que corre por las venas del pueblo cubano y desde edades tempranas, los niños sueñan con vestir el uniforme y saltar al terreno para emular a sus ídolos.
En las Pequeñas Ligas, esa ilusión se convierte en realidad, alimentada por el sacrificio de entrenadores, padres y toda una comunidad que, a pesar de las dificultades económicas, mantienen viva la tradición beisbolera de la Isla.
Cada juego de estos torneos es un espectáculo de entrega total. No importa el calor, el polvo o el desgaste de los implementos deportivos; los niños juegan con el corazón, dando lo mejor de sí en cada lanzamiento, en cada batazo y en cada jugada.
Su amor por el béisbol trasciende las carencias, y su esfuerzo es un testimonio de la resiliencia y el talento que caracteriza al pelotero cubano.
Detrás de cada equipo hay una red de apoyo fundamental: los padres. Son ellos quienes, muchas veces con recursos limitados, hacen lo imposible para que sus hijos puedan entrenar, consiguiendo guantes, pelotas y uniformes, animándolos desde las gradas y enseñándoles el valor de la disciplina y el sacrificio.
A su lado están los entrenadores y trabajadores de las categorías infantiles, verdaderos héroes anónimos que, con pocos recursos y muchas veces sin una remuneración adecuada, dedican su vida a formar a los futuros peloteros.
Son ellos quienes, con paciencia y dedicación, enseñan no solo la técnica del juego, sino también valores como el respeto, el trabajo en equipo y la perseverancia.
Gracias al esfuerzo conjunto de todos, con creatividad y compromiso, se mantiene viva la esperanza de que, algún día, esos niños que hoy corren por los terrenos se convertirán en las próximas estrellas del béisbol cubano.
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