Nueva Gerona, 9 mar (ACN) En el extremo sur de Isla de la Juventud, un poblado con raíces excepcionales narra la historia de tenacidad, tradición y transformación a 124 años de que sus primeros habitantes decidieran asentarse en ese apartado lugar.
Hoy llamado Cocodrilo, ese asentamiento humano tuvo sus orígenes a inicios del siglo pasado, cuando emigrantes procedentes de Islas Caimán, traídos por las riquezas del mar se establecieron en ese enclave rural costero.
El fundador de la comunidad, Morris Jackson —intrépido pescador de tiburones— no solo bautizó con su apellido al antiguo Jacksonville, sino que también dejó un legado de liderazgo y unidad entre los habitantes.
Fue en 1901, cuando se oficializó el nacimiento del poblado, y aún hoy un pequeño pilar con una tarja recuerda ese hito. Las viviendas de la época, construidas sobre pilotes y con techos a dos aguas, evocan la arquitectura típica de los sitos de costa, mientras que la iglesia, símbolo del lugar, fue el primer templo de confesión Evangélica Luterana en Cuba.
Jacksonville fue, en las primeras décadas, un enclave aislado del resto de la entonces Isla de Pinos, separado por kilómetros de bosques. El inglés era la lengua predominante en el poblado, y tanto las misas como la enseñanza en la escuelita se realizaban en ese idioma.
Jenny Rivers —nuera del fundador y una de las últimas voces de esa tradición caimanera— decía con orgullo que la goleta “La Paloma”, propiedad de Jackson, era la que conectaba a Jacksonville con Nueva Gerona una vez al mes para proveer de los víveres necesarios a la comunidad.
Las costumbres traídas por los emigrantes perduraron durante años. La gastronomía, basada en pescados y mariscos, aderezados con leche de coco y acompañados de fruta del pan, así como las celebraciones al ritmo de calipso, marcaban la identidad de un pueblo que, aunque aislado, latía al compás de la vida.
Con el tiempo, llegaron nuevas familias de pescadores, carboneros y leñadores, quienes se integraron con los caimaneros y enriquecieron el tejido social del poblado.
Al triunfo de la Revolución, Jacksonville retomó su añejo nombre: Cocodrilo, en homenaje a la ensenada donde antaño abundaba en esos reptiles.
A partir de la década de 1970, se construyó la carretera que unió ese asentamiento humano con los principales del municipio especial. Para transformar su realidad de un rincón aislado a una comunidad conectada dispone de transporte terrestre, escuela primaria, círculo infantil, farmacia, panadería, consultorio médico, entre otros servicios que forman parte de la vida cotidiana de sus más de 300 habitantes.