Por si alguien albergaba alguna duda, la respuesta popular ante el último golpe artero de la naturaleza probó una vez más que Cuba, lejos de quebrarse ante la adversidad y la tragedia, multiplica brazos y corazones en el empeño irrenunciable de salir adelante.
La unidad conquistada en años de batallar es hoy el combustible que alimenta esa fuerza indetenible.

Hubo quienes vaticinaron ante la amenaza del huracán que la crisis económica no permitiría un resguardo seguro y garantías de vida a los pobladores de la accidentada geografía oriental y que la indefensión y la muerte serían el saldo inmediato, tras su paso destructivo sobre comunidades carentes de recursos.
Las predicciones se convirtieron en un gran fiasco: Melissa no pudo arrebatarnos una sola vida.
Para conseguirlo, un apretado haz de voluntades salvadoras se antepuso ante viento y avalanchas: La sólida organización social, el aseguramiento ordenado y responsable y la certera previsión de las autoridades, aun con lo poco de que se disponía, hicieron posible tal conquista.
Tras el sobresalto dejado por la devastación, entre árboles derribados y casas sin techo, el amor y la generosidad del cubano hizo por doquier de las suyas. Lo prueban no pocos relatos como este acogido con satisfacción por numerosos internautas:
“Cuando las inundaciones y la evacuación quisieron robarle el sueño de sus 15 años a María Elena, en la comunidad de Miradero, Río Cauto, no lo dudaron. Tejiendo solidaridad, convirtieron la adversidad en alegría. Risas, chistes y un vestido azul le devolvieron la luz que el agua no pudo apagar.

Y como prueba de este cariño, ahora María Elena guarda fotos tomadas en la ciudad de Las Tunas, un recuerdo perpetuo de esta tierra noble que se vistió de gala para que su alegría fuera inmortal”.
A partir del ejemplo de esta iniciativa todas las quinceañeras residentes en zonas afectadas por el ciclón y evacuadas en Las Tunas podrán tener también, como María Elena, su sesión de fotos totalmente gratuita.
Gestos como el de los barberos del municipio granmense de Colombia o los integrantes del Club de bicitaxistas de Jobabo forman parte también de las historias de generosidad vividas por estos días: los primeros decidieron sin pensarlo dos veces hacer “un corte que honra la esperanza” cuantos recurrieron a esos servicios sin que les cobraran un solo centavo; los segundos, ofrecieron lo único que tenían, el modesto esfuerzo de sus piernas, para trasladar desde Guamo a personas damnificadas por las inundaciones.

Con tinta indeleble habrá que escribir sobre las hazañas de rescate realizadas y el accionar de hombres y mujeres – en su mayoría jóvenes-- que en apretado haz, sin vacilar ante riesgos, revelaron la fortaleza de nuestras organizaciones, la eficacia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior y la importancia decisiva de contar con la guía certera del Partido.
Ahora, ante el dolor de la vivienda destruida, la escuela sin techo y el cultivo arrasado, un concierto de fuerzas movidas por los resortes de la solidaridad y el amor comienza a restañar las cicatrices del suelo, y, sin detenerse un solo instante, se ufana en devolver sonrisa y esperanza a cuantos perdieron lo suyo. La unidad de nuestro pueblo sanará más temprano que tarde las heridas dejadas por Melissa.
