Hace 12 años se fue. Aunque en realidad sigue entre nosotros. Teresita Fernández García, la trovadora mayor, partió el 11 de noviembre del 2013 a otra dimensión con sus 82 años bien ajetreados a cuestas.
Mas su imagen cantando guitarra en mano quedó grabada en la grey infantil y en aquellos adultos mayores que no renuncian a su primera edad.
La autora de inolvidables canciones infantiles como Tía jutía, Canta pajarito, Mi gatico Vinagrito, Dame la mano y danzaremos, Tin, tin, la lluvia…continúa en la memoria de amigos y seguidores por ser la cantautora más destacada en la creación musical para niños.
Nacida en Santa Clara, capital de la antigua provincia Las Villas, en diciembre de 1930, ya cantaba a los cuatro años.
Su formación empezó en el hogar y desde entonces contribuyó con letra y música al acervo nacional. Sus creaciones reúnen sonoridades de antiguas baladas y del folclore campesino, entre las que no faltan los textos de José Martí y Gabriela Mistral.
“Yo soy una maestra que canta”, es su biografía escrita por la periodista Alicia Elizundia Ramírez, en la que Teresita expresa que le interesaba la poesía tanto como la música y que es la canción la que une a ambas manifestaciones. Fue a los 12 años cuando conoció a Benito Vargas, un tabaquero y trovador que por las noches se dedicaba a dar serenatas y le enseñó los acordes esenciales de la guitarra.
En 1948 se graduó de maestra en la Escuela Normal de su ciudad natal, en la que también trabajó por una década. Ya por ese entonces decidió radicarse en La Habana, donde en 1959 obtuvo el título de Doctora en Pedagogía, aunque optó por entregar su vida al arte de la trova, con la misma vocación de aquellos maestros ambulantes de los que hablara el Héroe Nacional.
Sus primeras canciones datan de los años 50, de la mano del dúo de Las Hermanas Martí, voceras generosas de sus expresiones y quienes interpretaron su canción Canto a mi bandera, cuyo texto demostraba la sencilla belleza de la poesía trovadoresca:
“Como si fueran tan pocas las bellezas de los campos, me dieron una bandera para aumentar sus encantos, mariposa contra el viento, tricolor rosa cubana, al darme a mí esa bandera me encadenaron el alma”.
Fuentes consultadas confirmaron que el primero que asumió en su repertorio un tema suyo resultó Ramón Veloz, conocido exponente de la música campesina, que interpretó Cubano mira tus palmas.
Corrían los años 60 cuando empieza la popularidad de Teresita Fernández, según expresa en sus Ensayos voluntarios, el estudioso de la cancionística Guillermo Rodríguez Rivera. Se trataba de una popularidad limitada a círculos de conocedores, pues “nuestros productores de radio y de televisión fueron tímidos para promover una expresión musical, para ellos poco espectacular”.
Fueron Berta y Cuca, Las Hermanas Martí, quienes le facilitaron sus iniciales presentaciones en la capital. El 20 de julio de 1965 la sala Arlequín, un sitio pequeño de la Rampa habanera, donde se presentaban muestras del teatro más exigente de aquella época, albergó el debut de la trovadora villaclareña.
La propia Teresita narró cómo sucedió todo en aquella jornada, cuando sentados en primera fila tuvo a dos grandes figuras de la música cubana: Sindo Garay e Ignacio Villa (Bola de Nieve).
Meses después, el mismo Bola de Nieve demandó su presencia en las noches del restaurante Monseigneur, en el Vedado. Su anfitrión emitió entonces el más hermoso piropo a la cantautora: "Usted no necesita más adorno que la canción".
Dan cuenta aquellos que siguieron su carrera que luego empezó a tener su espacio en La Rampa, en el pequeño club Coctel, un ámbito cuyo nombre permanecería asociado para siempre al suyo, aún después de que ella tomara otros rumbos. Al decir de Marta Valdés, allí acudían los jóvenes, pues las melodías versaban principalmente sobre la realidad.
Dentro de ese entorno Teresita tendió la mano a un trovador: Silvio Rodríguez, un desconocido todavía que no encontraba un sitio fijo para entregar sus obras justo al comienzo de una nueva era en la canción cubana. La amistad entre ambos ofreció frutos en las múltiples ocasiones en que coincidieron sobre los escenarios.
Por ese entonces, los medios de comunicación difundieron un par de composiciones de Teresita: No puede haber soledad y, sobre todo, Cuando el sol, una suerte de balada pop, que en la voz de la vocalista Luisa María Güell captó la atención de la audiencia.
En su haber también incluyó la conducción de programas radiales Musa traviesa y De regreso. Su primera incursión televisada fue en 1960, al inaugurar el programa La casita de azúcar, junto con los títeres Pitusa y Eusebio, que se transmitió durante ese decenio.
Cuba por ese tiempo se vio inmersa en proyectos económicos como el cordón de La Habana y la zafra de los diez millones, y la Fernández se unió a José Antonio Méndez y César Portillo de la Luz, para participar en una larga gira nacional, que llegó por igual a los obreros de una mina que a la campiña.
La Peña de los Juglares
En 1974, al cesar su trabajo en la televisión, con un grupo de sus amigos más afines y por iniciativa de Celia Sánchez, bajo las yagrumas del Parque Lenin se creó La peña de los juglares.
Muchos la llamaron «la peña de Teresita», a aquel esfuerzo cultural fundado con la ilusión de dar un sentido muy especial a las mañanas dominicales, con la trovadora como anfitriona.
Puede asegurarse que pocas iniciativas lograron el nivel de convocatoria que alcanzaron entre la gente que, desde cualquier punto de Cuba o del resto del mundo, acudía a su llamamiento cada domingo durante 15 años. Entre muchos nombres importantes que desfilaron por allí estuvieron Alicia Alonso, Antonio Gades, Onelio Jorge Cardoso, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Marta Valdés, Francisco Garzón Céspedes, Tania Libertad, Tony Sariego y Dany Rivera, entre otros.
Junto a Garzón Céspedes, narrador y pedagogo, constituyó un relevante aporte a la narración oral con la descripción escénica de cuentos. Generó otros eventos como La Peña del Brocal, nacida en 1987, en Camagüey.
Desde 1988, ella se presentó en diversos escenarios internacionales entre los que se destacan sus actuaciones en la Jornada Dariana, en Nicaragua, y en el II Festival Iberoamericano de Narración Oral y Escénica de Monterrey, México, en el que obtuvo el Premio Chamán.
En el panorama de la canción para los pequeños de Latinoamérica, Teresita completa un triángulo de grandes maestros, cuyos otros vértices son el mexicano Francisco Gabilondo Soler y la argentina María Elena Walsh.
En su discografía aparecen el álbum Mi gatico Vinagrito, No puede haber soledad y Teresita canta a Martí (editados estos dos últimos por el Centro Pablo); Vamos todos a cantar (homenaje de varios trovadores a la creadora ideado y producido por Jorge García para el sello Egrem, y Teresita en nosotros (Bis Music, 2007), un intento de rescatar en las voces de Sara González, Silvio Rodríguez, Liuba María Hevia, Amaury Pérez y la propia Teresita, algunas de sus portaciones.
A lo largo de su carrera recibió innumerables reconocimientos de la Egrem, la Orden por la Cultura Nacional, el Premio Nacional de la Música 2009 por el conjunto de su obra y la Réplica del machete de Máximo Gómez, por solo mencionar algunos.
El intelectual Víctor Casus la describió así: “Amorosa e irreverente, auténtica y solidaria, amiga de sus amigos hasta las últimas consecuencias. Así recordaremos en el Centro Pablo de la Torriente Brau a Teresita Fernández, quien nos enseñó que lo bueno que en el mundo existe obedece a que “los círculos de amor se cierran”.
Ella, sin embargo, los abrió como nadie.
