Con más de 30 años de experiencia, Aleida Santamarina Fernández mereció recientemente el Sello por la Excelencia en la Enfermería Cubana, reconocimiento que avala su ejemplar trayectoria y décadas de entrega al cuidado de la salud pública y la educación de nuevas generaciones en el sector.
Natural del serrano municipio Bartolomé Masó, en la provincia de Granma, inició su carrera como enfermera comunitaria en el consultorio de la localidad de San Lorenzo.
En 1998, dijo, la seleccionaron para recibir una preparación especializada, hecho que marcó el comienzo de un camino en constante ascenso, a lo largo del cual subraya la posibilidad de formarse, como resultado de la Revolución, y las oportunidades de crecimiento dentro del sistema sanitario del país.
Pude estudiar gracias a las grandes obras del líder Fidel Castro, pues vengo de una familia humilde, de madre ama de casa y padre combatiente del Ministerio del Interior, quienes me inculcaron siempre la disciplina, entrega y el amor al prójimo, destacó en declaraciones exclusivas a la Agencia Cubana de Noticias.
Unido al trabajo asistencial, Aleida ejerció funciones directivas como jefa de enfermería en Bartolomé Masó y su hospital local, entre 2003 y 2010, al tiempo que mantiene una destacada labor docente e investigativa.
Esa última faceta es esencial para avanzar en mi profesión que, desde los tiempos de su pionera, Florence Nightingale, ha estado vinculada con el desarrollo científico, el estudio de la prevención y la promoción de salud, explicó.
Santamarina Fernández cursa actualmente estudios de doctorado en Ciencias de la Educación y su experiencia internacional incluye cuatro años de colaboración médica en el estado de Zulia, como parte de la Misión Milagro en la República Bolivariana de Venezuela.
Allí aprendimos a ejercer en condiciones difíciles, porque en esos lugares se valoraba más el dinero que la vida, y eso me reafirmó la importancia del modelo solidario cubano.
Esta carrera implica mucho más que un simple oficio, es pasión, porque el arte de curar resulta muy preciado y profundamente humano, afirmó.
En tal sentido, resaltó que el agradecimiento de un paciente, una palabra amable o un medicamento oportuno en momentos de escasez, pueden significar esperanza.
Consciente de los retos actuales, determinados por limitaciones económicas y desafíos estructurales, reafirmó su compromiso con la salud pública y el legado cubano de justicia social. “¡Con lo poco que tengamos, debemos seguir brindando amor y atención!”
Ser una de las primeras profesionales de Granma en ostentar el Sello por la Excelencia en la Enfermería Cubana genera en Aleida una mezcla de alegría y nostalgia pues, además de celebrar su vocación, constituye un recordatorio permanente a quien supo inculcarle esa aspiración: su padre.
Para ejercer se necesitan aptitud y, sobre todo, humanismo, porque el verdadero enfermero es aquel que alivia el dolor ajeno, se compromete con la vida y actúa éticamente, sin importar las dificultades, agregó.