Leviatán: del mito bíblico a la reflexión humana

Compartir

ACN - Cuba
Isniel Díaz Arocha | Foto: del autor
79
14 Noviembre 2025

El telón del Centro Cultural Bertolt Brecht se levantó el domingo 9 de noviembre para develar una de las apuestas más audaces de la presente edición del Festival de Teatro de La Habana; la dramaturga cubana Agniezka Hernández, directora del grupo Franja Teatral, presentó su más reciente y provocadora propuesta: “Leviatán”.

   Lejos de ser una pieza que se agota en la anécdota, esta obra inspirada en “Los pilares de la sociedad”, del dramaturgo noruego Henrik Ibsen, se presenta como acontecimiento ineludible que mueve las estructuras del pensamiento y convoca al público a una reflexión profunda.

   Recurriendo al temido ser, la obra despliega una estrategia argumental de calado bíblico; allí, con innegable maestría, la autora no solo nombra, sino, además, legitima la figura del déspota moderno.

   Tal monstruo ancestral es presentado como el símbolo perfecto para comprender esa tiranía que, con voracidad, devora la libertad de una ciudad y sus habitantes, desentrañando así la mecánica de la muerte a través de una alegoría que utiliza al mar.

   Dentro del marco de esta cita teatral, que durante esta semana —del 8 al 16 de noviembre— honra el centenario de la inolvidable actriz Raquel Revuelta (1925-2004), la puesta en escena de Hernández no solo captura la atención; también desafía la comodidad del espectador.

   Su objetivo apunta a sumergir al asistente en una atmósfera densa y compleja, donde las preguntas superan a las respuestas y la indiferencia no tiene cabida.

   A fin de cuentas, "Leviatán", en tanto propuesta escénica, se levanta no sobre cimientos, sino sobre cruces de caminos, un intrincado tapiz donde las historias personales y la urgencia del presente dialogan con una vitalidad casi salvaje.

   Y en medio de todo, dentro del meollo del diálogo, la obra asume como uno de sus personajes la figura del dramaturgo cubano Virgilio Piñera (1912-1979), al transgredir su muerte para revivirlo con el texto.

   Hurgando en la estructura narrativa, podemos apreciar que la interpretación de jóvenes actores —Lulu Piñera, Lissette de León, Alejandra de Jesús Garcell, Edgar Alejandro Remis, Lia de Vega y Pedro Rojas— no busca una linealidad complaciente; por el contrario, se presenta fragmentada, casi hecha añicos, reflejo —parece ser— del choque existencial entre la carne y el espíritu; o dicho de otra forma: es un espejo en el que se debaten las pulsiones más viscerales del ser humano, desdibujando las fronteras entre lo terrenal y lo trascendente.

   La audacia no limita la temática; una metateatralidad punzante emerge cuando los propios personajes, conscientes de su condición, se detienen a interrogar el artificio escénico, cuestionan la veracidad de su propia representación; o sea, se convierten en guías críticos de su propio destino dramático, invitan al público a una complicidad reflexiva que trasciende la simple contemplación.

   Más allá de la pasión de cualquier análisis —que siempre va a ser conscientemente subjetivo— el verdadero prodigio de "Leviatán" reside en la construcción de un sistema simbólico eficiente: la obra no se conforma con evocar; reimagina y resignifica fragmentos del arte, del mito y de lo religioso, para exhibir un universo propio.

   Para dar cuerpo a este retumbo, Hernández recurre con maestría a la potencia de lo extradiegético, al utilizar cada recurso de las tablas –el espacio que asfixia o libera, la miseria social y las diferentes historias hechas recurso– para amplificar el reverbero de su mensaje.

   Es, sin dudas, una pieza que utiliza la hondura psicológica de sus personajes para apostar por el teatro en su estado más puro, donde no se necesitan grandes artificios para existir; basta con el deseo de contar una historia y la sempiterna complicidad del público.