La Cumbre, el lobo y la Patria Grande

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Maria Elena Alvarez Ponce
1764
07 Abril 2015

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Desde el mismísimo U.S.A. hasta el “God bless America”, pasando -cómo olvidarlo- por el American way of life y, mucho antes, la Doctrina Monroe con su “América para los americanos”, Estados Unidos no ha perdido jamás ocasión de proclamar a los cuatro vientos que América es suya y ellos y solo ellos son América.
   Lo peor es que, de tanto restregarnos en la cara su poderío y riquezas, y de someternos por la fuerza de las cañoneras y del dólar, los que vivimos al sur del Río Bravo y en el Caribe insular terminamos también por creerlo. Incluso, ante nuestros ojos, ellos han sido los “americanos” y nosotros los latinos, necesitados de ese prefijo para asegurarnos cabida en esta parte del planeta.
   EE.UU. se cree y dice dueño, y puesto que el continente es su mansión, nada más lógico que piense y vea a Latinoamérica y el Caribe como patio trasero, un vasto terreno muy bien dotado por la Naturaleza y sin “vista a la calle”, donde puede hacer lo que le venga en ganas.
   Sin embargo, que haya sido así por mucho tiempo, no quiere decir que así será siempre. Los del traspatio decidimos construir casa propia y con salida independiente. Primero fue un cuartico (léase Cuba), y desde declararlo ilegal e inhabitable, ¡qué no habrán hecho los del Norte para demolerlo! Para su desgracia, ahora la licencia nuestroamericana es de “obra mayor” y vaya si estamos construyendo.
   De las Américas vuelve a ser la Cumbre, y aunque ya desde la número cuatro, 10 años atrás en Mar del Plata, aquel lapidario “ALCA, ALCA, al carajo”, de Chávez, dejó claro que el tiempo de la otra América había comenzado, esta en Ciudad de Panamá presagia,  como nunca, ser de “tú a tú”, un diálogo entre iguales y ojalá que no de sordos para el gigante de las siete leguas.
   “The big brother is back” ha dicho en perfecto ingles, con todas las letras y un tono falsamente protector que no logra ocultar la ironía y la velada amenaza. Hasta para los que no entienden ni pitoche de la lengua de Shakespeare resulta claro el mensaje.
    El vecino no se resigna. Está decidido a recuperar lo perdido y que lo que un día fue torne a serlo.
   ¿Hermano? Si nos atenemos a nuestra historia, pasada y reciente, e incluso a lo que ahora mismo está pasando, quien vuelve siempre es el lobo, y eso me recuerda el cuento de Los tres cerditos, solo que no es de paja ni madera la Patria Grande y unida que estamos edificando, sino de ladrillo, moldeado y cocido con lava ardiente de volcanes y la sangre, la rabia, el sudor y las lágrimas de tantos hijos de estas tierras. Y esa casa resistirá, por muy fuerte que soplen los del Norte.