Kamyl, noble artista que pinta a José Martí

Compartir

Octavio Borges
1248
21 Mayo 2015

Kamyl-Bullaudy.jpg

No es obsesión, sino asimilación lenta y  reposada; refinación asentada, una familiarización tal, que ojos  y manos parecen una sola cosa, conectadas por raíces invisibles.  
   Quien lo observa piensa que resulta un proceso automático, tan natural como si eso ocurriera siempre.  
   Recuerdo a Kamyl Bullaudy de hace ya unos años, con su ascendencia de  príncipe libanés, hermoso y bondadoso.  
   Ahora el tiempo ha pasado y su otrora oscura melena es de un blanco pulcro; pero sus ojos parlanchines y generosos son los mismos, aunque con una hondura insondable.  
   Verlo pintar resulta fascinante: cautiva con la elegante soltura de sus dedos largos que empuñan un trozo de  carbón vegetal, un pincel, un destornillador, o cualquier otra  herramienta  u objetos comunes.  
   De la pared desconchada, del trozo   de chatarra, de la catalina desechada de una bicicleta o de otros objetos o superficies que se les pongan a tiro, empieza nítida a emerger el rostro o la figura de José Martí.  
   Kamyl pinta a José Julián  como si se tratara del acto de respirar, como algo  muy natural.
   Recuerdo una ocasión, cuando coordinó una misa en la Catedral de La Habana en tributo al Maestro, que colocaron una gran bandera cubana en la torre izquierda de la fachada cubriendo el arco por donde se ve la campana; una brisa empujó la tela y alguien tomó una fotografía con un teléfono celular en cuya imagen resultante se adivinaba la amplia frente y las facciones del creador de los Versos Sencillos.  
   Kamyl no solo pinta a Martí, lo lee una y otra vez, asume su ideario y obrar como un credo.
   En su estudio-galería en Centro Habana, frente a la histórica Iglesia del Santo Ángel Custodio,  el hombre de La Edad de Oro está siempre y en todas partes, no por fanatismo, sino por convicción.  
   Por supuesto, su creación abarca mucho más, porque pinta y recrea la cotidianidad, otros símbolos de la cubanía, esos gallos que cobran vida con apenas unos trazos de colores, u otros muchos motivos que lo asaltan e inquietan.
   Pero siempre y para cualquier buena obra, los cuadros o esculturas de José Martí  realizados por Kamyl Bullaudy están siempre en primera línea. (Por Octavio Borges Pérez,