En la historia, como en la vida, también música y razón

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Marta Gómez Ferrals | Foto: Archivo
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13 Mayo 2025

La historia, disciplina de las ciencias sociales vista muchas veces como compleja entelequia sistematizada, lejana y fría, sin atractivos suficientes para llamar la atención de alguien en medio del trepidar moderno, está más presente de lo que admitimos o nos damos cuenta en el diario vivir de hoy.

   No importa si eres joven o añoso, la historia está marcando la conciencia de todos en múltiples vertientes.

   Bastaría con aprender a reconocerla en los monumentos, en la arquitectura humilde o magnificente que nos pueda rodear, en el paisaje o en las tradiciones que practicamos, en los valores que respetamos y creemos, en los sentimientos familiares y de identidad nacional, por solo citar algunos de los elementos más caros del imaginario simbólico popular, inseparables a la historia.

   No todo está perdido al intentarle dar el sitial que le corresponde, como a veces proclaman algunos cuando ven cómo el tiempo lo transforma todo y la formidable dialéctica de la vida, alegremente e incluso sin piedad, transmuta hasta al más pinto de la paloma o nos trae tergiversaciones de algunos hechos que fueron verdades como templos.

   Y es cierto que muchas veces el presente, el campante y vital hoy, parece refutar la verdad de los padres cuando nos entrega el regalo de lo nuevo, con otras cualidades no vistas o sentidas, en las cuales sin embargo sigue latiendo el acervo enriquecido y sedimentado de los valores que nos antecedieron y forjaron las raíces y las bases.

   Son las famosas categorías gnoseológicas de la continuidad y la ruptura que nos aclaran secretos de las civilizaciones humanas que nos siguen seduciendo y causando admiración.

   Hoy día, constituye muy saludable y necesario mantener en torno a la Historia -dicha en mayúscula- el clima de debate que se respira en algunos espacios, académicos o relacionados con el tópico, que busca actualizar o poner al día de la manera más creativa posible los métodos de enseñanza en el sistema educativo cubano y su abordaje en los medios de comunicación.

   La tormenta de ideas o el trabajo creativo, que incluya la crítica constructiva, no debe temerse jamás, pues su práctica, cuando priman las buenas intenciones y el afán noble de la superación, siempre ha traído los mejores resultados. Y ese debate debe transformarse en acciones más notables.

   Y en una nación de historia tan gloriosa, rica e interesante como la de Cuba la convicción de que hay mucha tela por donde cortar viene de perillas, aunque algunos sostengan de manera equivocada que la mayoría de los niños o jóvenes solo prefieren a los superhéroes imaginarios y a los relatos ficticios que saber de sucesos reales, también extraordinarios y bellos, pero de la existencia concreta.

   No hay que ver competencia ni enemigos donde no los haya, pues siempre la niñez y la juventud humana han sido amigas y admiradoras del mundo de las maravillas, y por igual de la cotidianidad monda y lironda.

   Complejo y delicado tema que ocupa a investigadores, metodólogos, profesores y personal muy calificado dispuesto a mejorar su labor, algo muy legítimo, como toda aspiración que siempre ha intentado perfeccionar  la obra humana.

   Desde luego que tal empeño no encandila solo a historiadores o a amantes de la materia, pues se trata de una disciplina y de sabiduría, además es memoria colectiva, ya sea gráfica, imaginaria e impresa. Y muchas veces se manifiesta como valor y sentimiento relacionado con el pensamiento y las emociones. Por eso es inmensa en su complejidad.

   Urge entonces buscar la manera de llegar a esa respetable señora no solo desde las aulas o el relato familiar, cuando éste exista, sino también desde múltiples espacios que usen más los recursos actuales de la comunicación y la cultura.

   Cierto que la enseñanza o divulgación de la historia debe abandonar de una vez por todas el estilo docto, memorístico, muchas veces sacralizador, que olvida la humanidad, los errores y defectos y la múltiple riqueza de la vida.

   Pero ojo, porque hay quienes entienden la verdad histórica y la desacralización como el poner al descubierto chismes o sucesos personales sin importancia de los próceres o padres fundadores, que nada aportarían ni al análisis histórico siempre indispensable y de altura, al cual no se debe renunciar jamás.

   Darle interés o color, humanidad a la historia, no significa banalización y ausencia de la razón. Si parejamente se divulga el hecho histórico junto a un programa que preconice la sed del conocimiento y la lectura, esa persona que lo recibe no se aburrirá ante la enjundia profunda.

   En fin, la búsqueda de nuevas formas de impartirla, un empeño que hay que seguir y no detener ante nada, con sistematicidad y creatividad. Como en la vida, en la historia valen la razón y la música.