El fin del machadato dejó el camino trazado

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ACN - Cuba
Marta Gómez Ferrals
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10 Agosto 2024

Dicen que deliraba y robaba siempre en grande, pero ni en la peor de sus pesadillas el tirano Gerardo Machado visionó que el 12 de agosto de 1933 sería derrocado de la presidencia de Cuba por la vorágine de una marea revolucionaria popular y colosal, integrada por los humildes, y dirigida en lo fundamental por sindicalistas y las fuerzas de izquierda tan encarnizadamente perseguidas por él.

   Es cierto que entonces el siniestro megalómano pudo escapar ileso para morir años después tranquilamente en una playa de Estados Unidos, sin embargo el sufrido pueblo cubano truncó en aquel agosto sus aspiraciones de perpetuarse en el poder con métodos criminales y se libró de alguien odiado, que había sumido al país en la pobreza, la tiranía y la subordinación total al imperio del Norte.

   Acabar con los comunistas era uno de sus objetivos principales, y quienes lo conocieron saben que esa ideología y sus dirigentes no solo lo enfurecían y sacaban de quicio, también se daba gusto en perseguirlos y mandarlos a asesinar o desaparecer, tras crueles torturas. Eran castigos que Machado llegó a extender hasta personas de otras filiaciones que defendieran las causas justas.

   No es de extrañar que en los días que antecedieron a su caída, imprimiera al calvario de los hijos de este pueblo un matiz más cruel, su represión ganara ferocidad y su inveterada tozudez fuera tan mayúscula, que el propio gobierno de Estados Unidos, del que era acólito y subordinado,  tuviera a bien sugerirle que abandonara el poder.

   Pero el tirano estaba fuera de control y para sorpresa de todos no “obedeció” y rechazó una socorrida mediación inventada por sus mentores a esas alturas.

   Asumió la presidencia en 1925 con la aureola de haber sido General del Ejército Libertador, cuyo honor no representaba ya por entonces, tras prometerle a EE.UU. que durante su mandato ninguna huelga duraría más de 24 horas.

   Maquilló su programa con la consigna: “Agua, caminos y escuelas”, pero pronto se distinguió por sus métodos represivos contra los movimientos obreros, estudiantiles, la pujante intelectualidad que se fortalecía y el feminismo.

   Ilegalizó el Partido Comunista de Cuba fundado por Carlos Baliño y Julio Antonio Mella el 16 de agosto de 1925, clausuró la Universidad Popular José Martí y disolvió los gremios sindicales.

   Y es verdad meridiana que planificó y envió sicarios a Ciudad de México para que asesinaran al líder comunista y estudiantil Julio Antonio Mella, que vivía allí exiliado, crimen perpetrado el 10 de enero de 1929.

   Entre otros asesinatos connotados la clase obrera lamentó la muerte de Alfredo López, lanzado al mar con una barra de plomo estrangulando su cuello.

   Con el auspicio de la Central Nacional Obrera de Cuba, el 23 de julio de 1933 los trabajadores de ómnibus de La Habana hicieron un paro al que se sumaron otros sectores. Fue como la campanada que marcó el inicio de lo que terminó también llamándose Revolución del 33.

   Siempre se recordará el abnegado y heroico aporte ofrecido por el poeta Rubén Martínez Villena, quien desde la militancia comunista y su lecho de enfermo terminal de tuberculosis dirigía la gran movilización nacional, a la que también contribuían otros destacados dirigentes como Lázaro Peña.

   Agostó comenzó con la represión del ejército a la población de Santa Clara, sublevada contra el gobierno. y ocupó militarmente la ciudad. Rápidamente se unieron a la huelga los ferroviarios, barberos, estibadores de los muelles, periodistas y linotipistas. Los medios de comunicación dejaron de funcionar.

   Al día siguiente parte del ejército se sublevó. Los militares rebeldes se hicieron del control del Estado Mayor del Ejército en el Castillo de La Punta y del Regimiento de Artillería en La Cabaña. Ante el levantamiento, Machado huyó del Palacio Presidencial y se refugió en el Cuartel Militar Columbia. Allí recibió un ultimátum.

   Ayudado sin dudas por sus protectores y amigotes de siempre logró evadir la justicia que merecía un personaje tan tristemente célebre, quien fuera calificado certeramente por Rubén Martínez Villena como “Asno con garras”, a propósito de la brutalidad y el desprecio con que tratara a Mella y los comunistas durante la huelga de hambre del joven dirigente en prisión.

   Aparte de la extrema pobreza de amplios sectores y los crímenes su prontuario se había engrosado con el crecimiento de las deudas, los latifundios, la reducción de la producción azucarera; el desempleo, el hambre y la pobreza extrema formaban parte de la vida cotidiana de los trabajadores de pueblos y ciudades y del campesinado, objetos además de desalojos, arbitrariedades y graves injusticias.

   Desgraciadamente tampoco esta llamada Revolución, tan radicalizada y combativa, pudo cumplir los objetivos finales. La oligarquía y la reacción, con sus fuertes aliados, se emplearon a fondo para abortar el proyecto. No obstante fue un eslabón más de la única Revolución Cubana, con sus lecciones y su carga de esperanzas. El camino de luchas siguió trazado. (Marta Gómez Ferrals, ACN)