Cincuenta y seis años de la nueva Casa de las Américas

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Jorge Wejebe Cobo
1459
28 Abril 2015

A principios de 1953 se inauguraba en un edificio de estilo Art Decó, con cierta traza de iglesia en la barriada habanera del Vedado, la denominada Casa Continental de la Cultura, la Asociación de Escritores y Artistas Americanos y otros proyectos culturales, inspirados en la doctrina del panamericanismo de la Organización de Estados Americanos (OEA), que predicaba la supremacía norteamericana en la región.
  Mientras se estrenaba esa eventual institución, durante la primavera de aquel propio año un grupo de jóvenes  revolucionarios dirigidos por Fidel Castro preparaban las acciones del 26 de julio, de las cuales sobrevivirían las heroínas del Moncada, Haydée Santamaría Cuadrado y Melba Hernández, entre otros combatientes.  
  Seis años después, Haydée entraría en aquel edificio citadino y organizaría la nueva Casa de las Américas para la integración sociocultural con América Latina, el Caribe y el resto del mundo, por ley del 28 de abril de 1959, que, además, disolvía las organizaciones que radicaban en el inmueble de calle Tercera y G.
  La Casa  tuvo  su origen en la que probablemente sería la primera acción legal del Gobierno Revolucionario contra instituciones asociadas a la dominación cultural norteamericana en la Isla.
  Sobre Haydée, el intelectual Roberto Fernando Retamar, actual presidente de la institución, dijo que era un “símbolo vivo de la Revolución Cubana” y “estaba dotada de un valor, una energía, un talento y un carisma excepcionales" y“una insólita capacidad para fascinar y organizar a hombres y mujeres” (…)
  Pero el destino de la Casa de las Américas dirigida por ella no sería solamente el de hacer historia como vehículo cultural. Muy pronto Estados Unidos intentó aislar a Cuba de su entorno geográfico con su expulsión de la OEA, lo cual crearía las condiciones para la invasión de Playa Girón y la aplicación de planes desestabilizadores de todo tipo, junto con el bloqueo que buscaba acabar con el ejemplo de la ínsula rebelde.
  En esas condiciones épicas, la Casa difundió la obra de la Revolución,  propició la visita  de muchos intelectuales que se pusieron en contacto con la nueva realidad del país y desempeñó un rol determinante para enfrentar la guerra cultural que hizo EE.UU. contra la mayor de las Antillas para limitar su influencia en América Latina y en el orbe.
 Como ejemplo de estas  acciones, se inscribe la aparición de la revista Mundo Nuevo en 1966, dirigida a crear un cisma entre la  intelectualidad latinoamericana y la Casa de las Américas.
   Mundo Nuevo fue denunciada en la prensa norteamericana en 1967 como fachada de la Agencia Central de Inteligencia que tenía también  como objetivo resaltar el apoliticismo como alternativa al intelectual comprometido con las causas progresistas. Posteriormente, la imputación  resultó confirmada en investigaciones y documentos desclasificados del gobierno de La Unión.
 El  proyecto sucumbió gracias a su vez a la activa intervención de la Casa de las Américas al denunciar el verdadero fin de la publicación, lo cual condujo a que la mayoría de sus colaboradores en la región la abandonaran y no se dejaran llevar por sus acciones contra la institución cubana desde dicha revista.
  No obstante estas novedades de la época, la Casa siguió creciendo y consolidando su irradiación cultural que inicio en su primer año con  la convocatoria al Premio Literario.
 Junto a el también se estableció una Editorial  y en pocos años multiplicó sus sellos de publicaciones, con cual abarcó los estudios y principales tendencias culturales regionales y toda la literatura de ese tiempo.
  En 1960 empezó a imprimirse la revista Casa de las Américas y entre sus colaboradores editoriales se encontrarían  los futuros Premios Nobel Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Camilo José Cela, Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Adolfo Pérez Esquivel, Rigoberta Menchú y José Saramago,
  Desde el inicio se incluyeron la promoción de las artes plásticas, el teatro y la música, desarrollo en que se afanaron el  pintor cubano Mariano Rodríguez, el dramaturgo guatemalteco Manuel Galich y el compositor cubano Harold Gramatges, por solo mencionar algunas las más representativas figuras que dejaron su impronta en Casa.
  Pero más allá de la  propia historia institucional de la Casa de las Américas en estos 56 años de vida, su logro más notable es la contribución al reconocimiento internacional  de la literatura y a otras expresiones de nuestra América.
 Esta atención solo fue posible con el surgimiento de la Revolución  y de su naciente institución cultural con  lo que arrancó el desmontaje del dominio norteamericano del pensamiento que limitaba la visión de Latinoamérica como bucólicos escenarios de repúblicas bananeras del traspatio del poderoso vecino.