Carlos Guzmán, artista cubano, con su exposición Tiempo de collage, que se exhibe en la galería Carmen Montilla, en La Habana Vieja, hasta fines de este mes, nos convoca a la esencia del ser humano.
Él es de quienes saben, que más allá de tiempos y circunstancias, el hombre genérico vino a la Tierra para construirla desde su individualidad, tomando como fuentes las herencias y enrumbándolas con sus fuerzas y espiritualidad hacia la luz..
El collage, que algunos tildan de arte menor, venido a menos, resulta mucho más complicado que el dibujo o la pintura, porque tiene que rebuscar en sus gavetas, en las de los amigos o fijarse bien por las calles y otros sitios para encontrar objetos adecuados para su discurso creativo y organizarlos fluidamente, según una precisa intención.
Lo mueve el sentido de la creatividad, al cual deberíamos estar predestinados todos los que abrimos los ojos en este sitio y este tiempo.
Esta muestra toma el pretexto del nuevo aniversario de la emisora Habana Radio, de la Oficina del Historiador de Ciudad de La Habana, coincidente con el mismo lapso en el que comenzó a realizar sus primeras creaciones de este tipo.
Tiempo de collage deviene una colección compleja, transparente, anegada de informaciones y de símbolos, con personajes cuyos atuendos parecen remitir al medioevo o el renacimiento, en una paleta restringida a elementales sepias, terracotas, arenas, beiges u otros de similar escala cromática .
En ella discursa lo raigal, desde la pertenencia a su terruño y su cultura, para proponer posibles respuestas a las eternos problemas existenciales de la especie.
Centra su expresión en la inquietante relación entre el hombre y la máquina, pero para él no se trata de una cuestión de preponderancia del uno sobre el otro, sino de la complementación, el perfeccionamiento , la adecuación armoniosa entre esos dos polos para afrontar mejor la existencia y sus retos cada vez más agudos y tremendos.
Páginas ampliadas de textos antiguos, dibujos anatómicos, hitos tecnológicos de la humanidad, artefactos para trascender a otras realidades, ruedecillas dentadas de mecanismos tradicionalmente utilitarios, copas de vidrio a modo de originales catalejos...
Todos se conjugan en esos collages para decirnos que cada uno, desde su ámbito, puede crearse el universo, como evidencia del signo de quienes vinieron a este mundo a crear, a construir, a abrir caminos, descubrir y marcar rumbos hacia esa luz al final del túnel. Señales del duro y debido tránsito de la vida con dignidad, marcada por la entrega y la bondad.