Martha Gómez Ferrals | Foto: Archivo
1967
27 Abril 2021

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Era el domingo 29 de abril de 1956, cuando 55 jóvenes audaces, dirigidos por el revolucionario Reynold García, intentaron tomar el cuartel Domingo Goicuría, sede del regimiento cuatro del ejército batistiano en Matanzas, bajo la luz candente del mediodía.

El objetivo inmediato de la acción perseguía apropiarse del armamento allí existente para entregarlo al pueblo, del cual se esperaba un apoyo que incentivara la insurrección armada, vía señalada como camino hacia la libertad por los jóvenes de la Generación del Centenario, en 1953.

Una falla intempestiva impidió lograr tales fines a la hora del ingreso a la fortaleza, dirigida por el coronel Pilar García, lo cual provocó la reacción inmediata de esa guarnición, que diera al traste con el factor sorpresa.

El tristemente célebre Pilar García se empeñó con el sadismo acostumbrado en que no hubiera ni prisioneros ni sobrevivientes. La metralla primero, y luego la persecución de los que inicialmente pudieron escapar, cobró la vida de 15 combatientes.

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Los participantes eran en su mayoría jóvenes y hombres en la flor de la vida. Por sus crímenes y el desparpajo con que se jactaba de ellos, el pueblo apodaba al coronel García “La hiena”.

Los cinco camiones y la camioneta que formaban la temeraria expedición, al enfilar hacia la fortaleza, antes de entrar lanzaron tiros sin esperar la orden, comenzó el fuego y los de la delantera fueron acribillados. El corajudo Reynold fue el primero en caer, pues venía en el vehículo de vanguardia.

Es así como aun sin alcanzar su objetivo principal, la acción valiente, pensada y preparada por el infatigable Reynold durante meses, incluso hasta el detalle, conmocionó a la opinión pública nacional.

El suceso dejó un mensaje de clarín sobre la decisión de la juventud cubana de luchar y morir, si era necesario, de manera decidida contra la dictadura que sumía al pueblo en el dolor y las injusticias, bajo la asesoría y mandos del imperio.

Era el principio de “independencia o muerte” de los mambises, latiendo en aquellos corazones jóvenes.

Trascendió también que otro de los propósitos de los asaltantes habría sido impedir la puesta en marcha del Diálogo Cívico, pergeñado por la dictadura con fines electoreros para maquillar superficialmente la vida de horror en que sumía a la Isla.

Reynold Tomás García García, de origen humilde, nació en Matanzas el 29 de diciembre de 1921. Pertenecía a las filas del Partido Auténtico, y siempre fue partidario de acciones contundentes para acelerar la caída de Fulgencio Batista.

Con la dramática acción intentó llamar la atención a la conciencia patriótica y, con suerte, convertirla en motor que desatara e impulsara la insurrección popular. Desde fines de 1955 fue ganando para la causa, junto al revolucionario Mario Vázquez, a un grupo de compañeros con sus mismos ideales.

Quienes lo conocieron afirmaron que tenía el don de dirigir y saber convencer con su ejemplo y su palabra, y llegó a ser el jefe que todos seguían de buen grado al frente de la coordinación de la audaz acción que se iba a realizar a fines de febrero de 1956 primero, pero fue pospuesta hasta que se consiguieran más armas, más combatientes y se dispusiera de planos y croquis de la plaza a conquistar.

El entrenamiento de los intrépidos acompañantes de Reynold, con prácticas en la manipulación de las armas y otras estrategias, se hizo bajo su asesoría y en su propia casa.

Se dieron cuenta de que el armamento y municiones reunidos no sería suficiente, y que entre estos había algunos defectuosos, pero esto no los hizo arrepentirse, pues contaban con el factor sorpresa, que creyeron a su favor, para alcanzar sus objetivos y el hecho de que sería un día de asueto, con menos soldados en el edificio.
Así, aquel día partieron de la finca Tres Ceibas, cercana a la ciudad de Matanzas y distante a unos 100 kilómetros de La Habana.

En el tiroteo inicial solamente fueron muertos cinco jóvenes, entre ellos, el jefe. Pero luego los chacales de Pilar García lograron capturar a 10 más, a los cuales masacró. Ordenó a un fotógrafo de prensa “retratarlo” sonriendo al lado del cadáver acribillado de Reynold.

La hazaña revolucionaria, devenida inmolación por la Patria, reafirmó para el pueblo que la sangre derramada no fue en vano. Como dijera José Antonio Echeverría poco antes de caer al año siguiente, ellos señalaron con su ejemplo el camino de la libertad.

Por orden de la hiena llamada Pilar se arrojaron los cuerpos de los jóvenes caídos en el Goicuría en fosas comunes del cementerio local.

Tras la alborada del Primero de Enero en 1959 fueron definitivamente identificados los 15 mártires, y se les pudo rendir los honores correspondientes en un Mausoleo levantado en su memoria.

El asalto al cuartel Goicuría, otro ejemplo inolvidable de ¡Patria o Muerte!