Remedios, Villa Clara, 4 jun (AIN) Si alguna vez, querido lector, visita la villa de San Juan de los Remedios, allá, al norte de Villa Clara, pregunte por el palomar, por su historia, por sus amores; verá que aunque ya no esté, es una de las leyendas más bonitas de la zona.
En el Callejón de Jesús Crespo no hay ni una sola persona que no se identifique con el palomar, aun cuando al vetusto edificio de antaño lo corroyera el tiempo y en su lugar quede un consultorio como todos los otros.
El imaginario popular, que nadie lo dude, es poderoso hasta después de 500 años, incluso más; por eso nadie se olvida en Remedios del Güije de la Bajada, ni de los demonios, ni de las palomas.
Cuentan que Finalé, un militar francés, viajó a la Octava Villa y se enamoró de ella; en una de sus visitas, mientras caminaba por una callejuela, escuchó la melodía de un piano y decidió tocar a la puerta.
Le abrió una joven, dueña de las virtuosas manos, y en el acto ambos quedaron completamente prendados; no demoró mucho la boda y entre vítores y serpentinas Finalé mandó a construir un edificio al estilo de los torreones militares.
Dicen los que lo vieron, al menos en fotos, que tenía fortín de miras en forma de faro y balcones, pero que al poco tiempo la muchacha murió de tuberculosis y el militar la enterró en el patio de la morada.
Por esos azares de la vida y el amor, Finalé no sobrevivió a su partida y la acompañó pasados los días, fue en esa época cuando aparecieron las palomas en el balcón con sus besos en los picos y arrullos de enamorados; hay quien afirma que eran las almas de los amantes.
Entonces, querido lector, si se decide a visitar Remedios, la ciudad que este junio cumplirá 500 años, pregunte por el palomar, quizás tenga la suerte de encontrar a alguien de Jesús Crespo que le responda: “sí, yo vivo por allí".
Mairyn Arteaga Díaz| Foto: Arelys María Echevarría/AIN
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04 Junio 2015
04 Junio 2015
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