Pinar del Río, 18 abr (ACN) Hace más de cuatro décadas Alberto Hernández Suárez, El Nine para todo el que lo conoce, sumó una gran familia a la suya para convertirse en un hombre imprescindible cuando del equipo Vegueros de Pinar del Río se habla.
Cargabates del elenco más occidental desde 1981, para ser exactos, ha sabido romper mitos a fuerza de constancia, sencillez, carisma y respeto, pues en todo este tiempo no solo se ha dedicado a recoger los implementos de los peloteros, sino que se ha ganado un lugar especial en el conjunto verde- amarillo, entre cada cuerpo de dirección, atletas y en la afición.

Pudo seguir los pasos de su familia en labores del cultivo de tabaco, en su natal municipio de San Luis, pero apostó por el béisbol en los llamados juegos obreros, posteriormente con los escolares hasta que se ganó un sitio con los Vegueros.
Muchísimos peloteros, entrenadores, directores han pasado por el equipo y coincidir con ellos es de las mayores dichas de mi vida, aseguró a la Agencia Cubana de Noticias.
Esta provincia es tierra de campeones y por aquí han pasado glorias del deporte cubano con las que pude compartir momentos alegres y tristes, y eso siempre lo recordaré, apuntó a pesar de ser un hombre de poco hablar.
¿Cómo olvidar a Reinaldo Costa, Juan Castro, Luis Giraldo Casanova, Omar Linares?…, la lista sería interminable, dijo.
Bastan unos minutos con El Nine, entre innings, para percatarse de cuánto lo quieren los integrantes de la selección pinareña, quienes jaranean con él y le manifiestan su afecto.
Siempre aconsejo a los más jóvenes, que se cuiden y se esfuercen para buenos resultados en sus carreras, destacó.
No es tan difícil ser cargabates, pero tienes que hacer tu trabajo bien. Esto te exige mucho físicamente y hay que estar a los “cuatro ojos” con las pelotas y los bates para que no venga un inescrupuloso a llevarse algo, refirió.
En cada turno al bate de los Vegueros El Nine lleva las manos cruzadas a la espalda y espera por un buen desempeño de los bateadores.
Arruga los ojos, da unos pasos y celebra como suyas las jugadas exitosas, mientras espera en el home plate para abrazar a los que anotan como si se tratara de una victoria personal.
O a veces les grita “mírala” si se encuentran en un conteo incómodo y no descifran la trayectoria de la bola.
Ya no es el mismo de los comienzos: camina más lento, pero a los 70 años de edad asegura no cansarse y mantener intactos los deseos de trabajar.
Quizás sea de los más longevos de su oficio en Cuba y el de mayor permanencia, por eso tiene la “potestad” para lamentar que en ocasiones no se le dé el debido valor a los cargabates.
Y asevera que la victoria que más ha disfrutado fue la de la 50 Serie Nacional de Béisbol, la llamada Serie de Oro, cuando nadie veía al equipo vueltabajero como favorito.
