Guantánamo, 10 may (ACN) Entre el polvo, el esfuerzo y el intenso sol caribeño que cae sobre el campo de tiro de la Región Militar Guantánamo, se encuentra la teniente coronel Yanicet Villa Roja, jefa del servicio médico de esa unidad, que con su fusil al hombro y mirada firme, se prepara para defender su tierra.
Como todas las madres combatientes, Yanicet combina el amor por sus hijos y el servicio a la patria, y a sus 29 años en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) acumula una amplia hoja de servicio que comenzó en las aulas de la medicina militar, donde cursó seis años de formación rigurosa hasta 1998, y donde comenzó a forjarse el conocimiento que hoy la define.
Todo ha sido con bastante sacrificio, confiesa la también especialista en primer y segundo grado en Medicina General, y quien primero fue médico en el puesto de salud territorial, y ascendió paso a paso.
Me supero, asumiendo nuevos retos, desde la Brigada de la Frontera hasta la misión internacionalista en Angola por dos años como asesora médica, y retorné para seguir mi formación, explica mientras enumera cada destino: la Brigada de Tanques, la Escuela de Preparación para la Defensa y finalmente su cargo actual.
En medio de tanta entrega profesional, Yanicet construyó su hogar y cría a sus dos hijos, un varón de 24 que le sigue los pasos en la Medicina y una hija de 23, en Gastronomía.
También tengo un nieto que es uno de mis amores —cuenta emocionada—, y no ha sido difícil equilibrarlo todo, porque cuando uno ama lo que hace, encuentra la manera; y sus ojos brillan cuando habla de ellos.
Refiere que ser médico militar va más allá de curar heridas, es enseñar, guiar, asegurar a las tropas tanto en la preparación combativa como en otras actividades de tiempos de paz.
Nos preocupamos por su vacunación, por los jóvenes con recomendaciones médicas, por sus patologías y por enseñarles primeros auxilios para que también puedan atenderse ellos mismo, su preparación sanitaria, detalla.
La emoción le gana cuando cuenta cómo exsoldados la saludan años después: "¡Profe, usted me atendió en el servicio militar, ¿se acuerda cuando fui su sanitario?"; esos momentos, esos frutos son estimulantes y maravillosos, narra satisfecha.
Sobre las madres militares, Yanicet enfatiza en que aunque tienen un peso doble, también se sienten privilegiadas, puesto que la institución las apoya con programas como el Adelanto de la Mujer, priorizan su superación y flexibilizan servicios como las guardias.
No es que se nos trate diferente, sino que se reconoce nuestra dualidad, expone, y también cita entre los beneficios la casita infantil Retoños de Verde Olivo, ahora un alivio para las madres más recientes.
En la historia de Cuba se cuenta con una estirpe de madres guerreras: Mariana Grajales, Rosa La Bayamesa, Vilma Espín, Teté Puebla, Ana Betancourt y muchas más que lucharon con fusil y convicción, y hoy Yanicet y tantas como ella, llevan ese mismo fuego: el de proteger, educar y servir, sin dejar de ser el pilar de sus hogares.
Me siento realizada, y aún tengo metas: seguir en mi contribución a formar médicos, darlo todo en la especialidad para la preparación combativa y el material de guerra, y siempre agradecida de la Revolución y de las FAR, que ha sido una escuela, un hogar, concluye esta mujer valerosa, además Profesora Asistente e Investigadora Agregada, y máster en Medicina Natural y Tradicional.
La teniente coronel Yanicet Villa Roja es, en esencia, Cuba hecha madre, y como ella, las combatientes que son fuertes, dulces, sabias, que crían a sus hijos y defienden la Patria con igual devoción, guerreras tanto de batas blancas como de verde olivo que encuentran el equilibrio perfecto, defender a su país sin dejar de abrazar a la familia.